Por Francisco José Vázquez Domínguez, concejal no adscrito del Ayuntamiento de Nerva
Entiendo que quien escribe alegremente estará dispuesto a escuchar de la misma manera.
Entiendo también la rabia y la frustración que debe suponer perder un «futuro puesto de trabajo» por unas elecciones.
Y también entiendo por supuesto que se intente seguir bien colocado, por si vuelve de nuevo esa oportunidad.
Pero no se puede engañar a la gente una y otra vez, día tras día, en RRSS, tirando por tierra el trabajo de unos pocos que nos estamos partiendo la cara por Nerva.
Recomiendo leer el Nervae 2024, donde aparecen todos los informes realizados y firmados por el arquitecto municipal donde se especifican todas las deficiencias detectadas en los edificios municipales a la llegada de este equipo de gobierno.
Este equipo de gobierno está intentando por todos los medios, y con los pocos recursos con los que cuenta, subsanarlo. Pero en 18 meses es imposible reparar lo que se ha tenido abandonado durante muchos años.
Calles sucias y abandonadas. Actualmente se está realizando el trabajo sin una máquina barredora
Aconsejaría preguntar al anterior equipo de gobierno por qué devolvió la que había días antes de las elecciones si aún sigue metida en una nave de la entidad que la cedió porque no podía utilizarla. En lugar de pagar libros, fiestas, etc. con las ayudas de Atalaya Mining, este equipo de gobierno ha adquirido una en propiedad.
Calles oscuras sin luz
Como veo que a algunos les llega información filtrada de todo lo que ocurre en el Ayuntamiento, aconsejaría preguntar por qué se han pedido bombillas que no se pueden utilizar y ha habido que devolver. En lugar de pagar libros, fiestas, etc. con las ayudas de Atalaya Mining, este equipo de gobierno ha destinado una partida importante a la adquisición de bombillas para la localidad.
Ciudad insegura
Es verdad que el número de policías locales no es el deseado, pero si a eso añadimos que los ladrones no van a robar de 8 a 14 de lunes a viernes a una oficina del Ayuntamiento, pues es más difícil cogerlos. Así que o lo cogen los que patrullan o siguen robando.
En 18 meses es imposible reparar lo que se ha tenido abandonado durante muchos años.
El ayuntamiento no es una empresa como tal, pero tampoco debe ser una empresa de estibadores donde el trabajo pasa de padres a hijos
Entiendo que, si se ha trabajado poco, no se tenga claro el concepto de empresa.
En una empresa, el empresario se juega su dinero. En el Ayuntamiento, los que gobiernan en cada momento manejan el dinero de sus vecinos, ellos no arriesgan nada. Por eso ocurren cosas como las que han sucedido en Nerva, llegar a deber 12 millones de euros. ¿Tú crees que un empresario iba a cometer esa barbaridad? No pasa nada, cuando trabajes lo comprenderás. Este equipo de gobierno no va a malgastar dinero que no es suyo.
Una empresa, en lugar de llevar pagados casi 250.000 euros en el alquiler de una nave desde hace 20 años, hubiese comprado cinco en el polígono El Peral. Pero como el dinero no es de los que gobernaban, sino de los vecinos, no pasa nada.
Y te puedo asegurar que el Ayuntamiento no es una empresa, porque si lo fuese, a lo mejor les iba mejor a todos los vecinos.
En fin, seguimos trabajando para evitar barbaridades como la descrita arriba y de la que informaremos más detalladamente desde el equipo de gobierno.
En 1982, España vivió un momento histórico que marcaría su destino como nación moderna y democrática. La aplastante victoria del PSOE, liderado por Felipe González, no fue solo un cambio político, sino el inicio de una transformación profunda que caló en todos los rincones de la sociedad española. Con 202 escaños en el Congreso, el pueblo entregó al PSOE no solo el poder, sino también su confianza para construir un futuro diferente, un futuro que rompiera definitivamente con las sombras del pasado franquista.
La llegada de Felipe González al gobierno simbolizó el triunfo de una generación que había luchado por la democracia y que soñaba con un país más justo, libre y europeo. Fue el momento en que España decidió modernizarse, integrarse en el mundo y, sobre todo, mirar hacia adelante con optimismo.
La modernización de la economía, aunque complicada, sentó las bases para un crecimiento sostenible. La sanidad pública universal y la educación obligatoria gratuita garantizaron derechos esenciales a millones de españoles, consolidando un Estado del bienestar que, hasta entonces, parecía un sueño lejano. En el ámbito internacional, España dejó de ser una periferia para convertirse en un actor clave dentro de Europa, con su ingreso en la Comunidad Económica Europea en 1986 como emblema de esa nueva etapa.
Pero el verdadero cambio no se mide solo en cifras o leyes; se vivió en las calles, en la mentalidad de las personas, en la libertad de ser y expresarse. La España de 1982 empezó a respirar con fuerza propia, abrazando una cultura vibrante y plural que desterraba los antiguos miedos. Era una España joven, con ansias de futuro, que celebraba la democracia no solo como sistema político, sino como forma de vida.
La victoria del PSOE en 1982 no fue el final de un camino, sino el principio de una nueva historia. Fue el momento en que España decidió ser ella misma: moderna, libre y plural. Un momento en el que, con Felipe González al frente, el país miró al futuro y dijo con firmeza: vamos a cambiar, y este cambio será para todos.
No podemos olvidar la historia que nos trajo hasta aquí, porque en ella están las lecciones y los sacrificios que construyeron nuestra libertad. España sabe lo que es luchar contra la opresión, sabe lo que cuesta conquistar la democracia y lo frágil que puede ser si no la cuidamos. Rechazar las nuevas corrientes fascistas no es solo un acto político, es un compromiso con el legado de quienes soñaron con un país libre y plural.
Defender la libertad es honrar la memoria de nuestra historia y proteger el futuro de las generaciones que vienen. Porque olvidar el pasado es abrir la puerta a repetirlo, y España ya sabe lo que significa el precio de las cadenas. Es nuestro deber seguir avanzando, con la memoria intacta y el horizonte claro: un país donde la libertad sea el único camino posible.
Por Rocío Díaz Cano, alcaldesa de Minas de Riotinto y diputada provincial
Es un secreto a voces en Chile que, cuando a Pinochet sus “modernos” asesores civiles, vicarios del gurú de los nuevos tiempos: M. Friedmann, presentaron una proyección del plan de privatización del sistema público de salud y seguros sociales, decidió dejar fuera de esta receta neoliberal, alarmado ante sus más que probables efectos secundarios, la previsión social y cobertura sanitaria de los miembros del Ejército, a la sazón compañeros de armas y pilar del régimen.
Poco antes, nuestro dictador doméstico, Franco, había decidido igualmente gratificar tantos años de fidelidad a sus militares y funcionarios civiles de carrera con la creación de entidades para su cobertura sanitaria exclusiva, en paralelo al naciente y largamente precario régimen general. Por sucesivas disposiciones legales, desde 1963 a 1975, nacerían la Mutua de Funcionarios de la Administración Civil del Estado (MUFACE), la Mutualidad de Funcionarios de la Administración de Justicia (desde el verano de 1978, MUGEJU) y el Instituto Social de las Fuerzas Armadas (ISFAS).
Prorrogado este sistema MUFACE tras la gran reforma del INSALUD por el primer gobierno de Felipe González (1982-6), con E. Lluch en el Ministerio, y sobreviviendo incluso a la más reciente salida del dictador del Valle de los Caídos, los responsables de Sanidad han reconocido que dicha singularidad viene “distorsionando el mapa de servicios sanitarios del país” desde entonces.
Este mutualismo privativo de los funcionarios del Estado central ha conllevado un desembolso anual mil millonario, en tendencia expansiva, de fondos públicos hacia el negocio privado de la enfermedad, en proporción al ostensible incrementado de la masa de empleados públicos en dichos años (maestros y profesores, los distintos cuerpos y escalas administrativas, policías nacionales, militares y guardias civiles, jueces…). La inmensa mayoría, sin distinción de posiciones ideológicas por tanto, ha continuado reclamando este beneficio que le reservara el antiguo régimen franquista: un seguro privado a costa de los presupuestos generales. Dicho esto, también cabe subrayar que un número testimonial ha elegido en este tiempo la sanidad pública como opción dentro de MUFACE, ya por un sólido compromiso ético personal, ya por confiar sólo en ella “para las cosas importantes”, frente a las comodidades de resort sanitario de la clínica privada que viene actuando como gancho para la masa.
En virtud de estos regímenes especiales, junto con el extinguible de “clases pasivas”, se podría afirmar que el funcionariado de la Administración central no ha participado de la misma manera que el resto de los trabajadores españoles al proyecto colectivo sancionado en el 78 como Estado social, pivotante en la previsión solidaria y mancomunada ante la enfermedad y la vejez, esto es, la Seguridad Social.
Con este escenario de fondo, durante este pasado mes de noviembre ha saltado a la prensa que, convocadas a la mesa de negociación con el Estado para el convenio del próximo año, las aseguradoras sanitarias han llegado con un propuesta de incremento porcentual de las primas que no baja de los dos dígitos, a todas luces inasumible por los responsable públicos. Este tour de force de las compañías viene precedido por la decisión de la Agencia Tributaria de suspender la desgravación en el IRPF de las coberturas sanitarias privadas contratadas por el conjunto de españoles.
Ante la resistencia del gobierno, y con la coacción de eventual conflicto colectivo manifestado por alguna organización corporativa de funcionarios, se vuelven a escuchar, como en algún otro intento fallido de algún gobierno anterior, los consabidos argumentos de quienes defiende el viejo statu quo de este mutualismos residual: “no es el mejor momento” (¿cuándo lo es?), “hay que planificarlo con más antelación” (¡¿desde 1982 no es suficiente?!) o que una avalancha de un millón de nuevos usuarios (funcionarios y familiares) “colapsará” la red sanitaria pública el 1 de enero de 2025.
La red pública ha superado otros “apocalipsis” hace poco, no sólo por asumir casi todos costes de la reciente pandemia, incluyendo los de funcionarios en busca de vacunas en ambulatorios que nunca habían pisado antes, también frente a una estrategia sistemática de recortes por parte de diferentes gobiernos autonómicos convertidos en cooperadores necesarios de las políticas públicas de M. Rajoy a raíz de la anterior crisis económica.
En estos últimos años, son frecuentes en la prensa de provincias noticias alertando de las desaparición de tal o cual servicio de oncología, neurología, neurocirugía, cirugía general, cirugía mamaria, hospital infantil…, en centros sanitarios de ciudades pequeñas y medianas por falta de recursos o de especialistas. Porque éstos, o han terminado tirando la toalla ante el deterioro de sus respectivos servicios, o han encontrado en la floreciente red privada, concentrada en grandes urbes, mejores condiciones laborales.
El seguro privado, como la banca, siempre gana o de eso se trata. El Ministerio les ha acusado recientemente, revelando otro de tantos secretos a voces en España, de seleccionar a sus usuarios en función de la gravedad o cronicidad de las patologías, de manera que los mutualista con enfermedades más onerosas terminan siendo derivados a la red asistencial pública. A su vez, no resulta insólito el caso del funcionario que, tras toda una vida laboral con tal o cual aseguradora, pasa a la Sanidad Pública al jubilarse, cuando más atención sanitaria requiere y no puede hacer frente a una elevada prima que debe costearse de su bolsillo. Así pues, parecería que, lejos de ser esa “joya de la corona” del Estado social, la sanidad pública tiene el papel de ente subsidiario en ese oxímoron conocido como “sistema nacional de salud”.
En definitiva, la verdad incómoda, en la España de 2025, es que un sistema mutualista que hunde sus raíces en la concepción corporativa del Estado franquista no es sostenible, al menos por economía del bien común. El derecho a la salud de todos y cada uno de los españoles está y debe estar garantizado en condiciones de igualdad por una red asistencial financiada con fondos públicos, a la que debería destinarse en adelante esos mil millonarios recursos públicos que supone el pago de dichas coberturas médicas privadas. Sería como menos que paradójico recordar a los servidores públicos de un Estado democrático que una prebenda no es un derecho, que no cabe prorrogar por más tiempo una prebenda preconstitucional.
En definitiva, erradicar las persistentes y poliédricas sombras de un dictador, llámese Pinochet o Franco, no es fácil. No termina con renombrar callejeros de ciudades y pueblos, aplazado dicho sea de paso hasta hace poco porque nunca pareció ser “el momento”, ¡¡tras cuarenta años de democracia!! El momento se mide en función de la voluntad política de los gobiernos, con la determinación suficiente para seguir construyendo un inacabado Estado social y democrático de derecho.
El celebrado ritual de hacer las maletas y abandonar las rutinas cotidianas ha sufrido hondas transformaciones en los últimos decenios. La masiva actividad turística fue una conquista de la bonanza económica de los años 60 con el acceso a bienes duraderos de consumo (automóvil, TV, vivienda, electrodomésticos etc.) y una economía doméstica sustentada en el ahorro. La oferta turística era extraordinariamente limitada y se concentraba en el turismo de sol y playa, visita a ciudades monumentales y poco más, nada que ver con las que ahora se nos ofrecen como “Experiencias turísticas”..
La evolución del nuevo capitalismo hacia la hiperproducción y el hiperconsumo con crecientes cotas de bienestar y libertad individual en nuestras sociedades democráticas han propiciado una explosiva diversificación de actividades turísticas que no parece tener límite. Era necesario satisfacer al nuevo turista y sus recientes e ilimitados deseos de placer de una manera nueva. Si a esto sumamos ser España el segundo país más visitado del mundo tras Francia con unas cifras este año 2023 de 83 millones de turistas y representar la actividad turística el entorno del 13% del PIB nacional, la cuestión invita a la reflexión.
Más allá de las que empiezan a ser no muy seguras concentraciones humanas que observamos en el centro de nuestras ciudades, hoy podemos hacer turismo cultural, ecoturismo, oleoturismo, turismo religioso, deportivo, de salud, sexual, de aventura, rural, gastroturismo, de sol y playa, enoturismo y un largo etc. Todas estas modalidades llevan el sello de una creciente mercantilización colonizadora inicialmente de cualquier actividad humana, sea esta productiva o improductiva. La innovación y el lanzamiento de nuevos productos turísticos se hace urgente pues no hay otra manera de tratar de absorber la ingente marea de personas ávidas del encuentro con lo nuevo, lo placentero, lo lúdico, con lo divertido. Hoy podemos, ademas de los placeres convencionales de una escapada, experimentar ser por un día pescadores de bajura, recolectores de aceitunas, de frutas, bajar a una mina entre otras inusuales actividades.Los turistas estamos ávidos de experiencias de toda índole, hemos dejado de ser un receptor pasivo de bienes y servicios para pasar a convertirnos en un activo turboconsumidor (G. Lipovetsky) de sensaciones y emociones. Gran parte del sector hace girar su actividad sobre el eje de estas ofertas de vivencias y experiencias.
La economía sobre los objetos de consumo y servicios ha sido aquí sustituida, en esta fase de las sociedades de la opulencia, por una economía de la experiencia. Ya no cuenta tanto la actividad por si misma como lo que promete que vas a sentir y experimentar al participar en ella. Pero además este activismo experiencial, este sensacionismo y emotivismo hedonista lleva las marcas de la creciente personalización de las experiencias que se ofertan. Hoy hacemos ya un turismo “a la medida” en consonancia con la demanda ilimitada de nuevas sensaciones y emociones. El hiperconsumidor turístico busca hoy la multiplicación y la variación de las experiencias, la embriaguez de percibir sensaciones y emociones nuevas, placenteras, la felicidad de las aventuras sin riesgos e inconvenientes. Hoy los turistas buscamos activamente estas experiencias Soft que consiguen alejarnos del vacío de las horas a través de una hiperactividad, inicialmente sin rumbo, pero que es necesario reordenar, conducir y sobre todo capitalizar.
De estas Experiencias soft deseamos su carácter plano, lineal y acumulativo que las hace especialmente útiles para protegernos de cualquier sobresalto pues queremos que se muevan en el terreno de la previsibilidad y la seguridad. Deseamos que solo modifiquen el epitelio de lo que somos, conseguir con ellas un lifting rejuvenecedor de esa superficie volátil adherida al instante que fluye renovándose prontamente con el olvido. En ellas no buscamos realmente la conmoción o las experiencias arrebatadoras por más que figuren entre las promesas del marketing turístico. En esta tarea paradójicamente adormecedora por exceso de estímulos, narcótica, por su permanente actividad, el encuentro con la belleza puede ser incluso una experiencia no deseable. La belleza agrieta violentamente el muro que recubre nuestra fortificada intimidad y nos arrastra a un lugar en extremo intrigante y misterioso. Nuestro yo turístico no está para esos trotes. Lo sublime está decididamente proscrito pues nos precipita a una experiencia donde el yo está soberanamente sobrepasado por una abismática e inabarcable contemplación. Nada de abismos por favor.
Decididamente, hoy preferimos sumergirnos en un sensualismo placentero, mullido, cálido, seguro y amable. Hoy preferimos el like a cualquier emoción que venga a poner en cuestión nuestras convicciones y creencias individuales trabajosamente edificadas sobre el territorio ingrávido de nuestra actualidad.
Alejadas quedan nuestras experiencias Hard, esas que nos transforman y nos hacen crecer o sucumbir, esas que siguen su curso profundo y silente mientras en la superficie nos hacemos un selfie frente a la catedral de Milán.
Lo que voy a contar es largo, pero es muy importante.
En 1916 volaron la torre de la Iglesia del antiguo pueblo de Riotinto que fue, poco a poco, engullido por la Corta Atalaya. La historia de Riotinto, con su Año de los Tiros, nos debería haber enseñado que, a los dueños de las propiedades mineras, poco o nada les ha importado nunca la situación de sus trabajadores. Sus sentimientos, casi siempre, se han medido más conforme al valor del cobre. Desde Maximiliano Tornet a Concha Espina, pasando por Félix Lunar, nos contaban lo que aún no terminamos de entender: vienen a por el corazón de la tierra, la que está manchada de nuestra sangre, y se van. Se llevan la riqueza a cambio de los sueldos de quienes trabajan allí y, con normalidad, se les tiene que mendigar hasta el empleo. Lo explicaba mejor el cerreño Luciano Suero, que trabajó en las minas de Perrunal, La Zarza y San Telmo: “Puede suponerse que jamás hay ni habrá esclavitud mayor impuesta al hombre, aunque la que se relata fuese ‘voluntaria’ por la necesidad de ganar algo para poder subsistir”.
Este caciquismo no es algo inédito de Riotinto, es el patrón que se repite a lo largo de las minas, da igual que sus dueños sean ingleses que franceses o españoles. En 1930, la compañía inglesa San Telmo Limited, que era la que explotaba la mina de San Telmo, decidió ahorrarse el dinero de los sueldos de los pinches que llevaban el agua a la boca del pozo para su envío al personal que trabajaba en el interior. Los relevos se encontraron con el hecho consumado y decidieron hacer huelga. La compañía les dijo que bebieran el agua de interior de mina porque era potable, a sabiendas de que producía diarreas a los mineros. La huelga la ganaron los trabajadores a los tres días y la compañía repuso a los aguadores, pero echó a la calle a quienes habían participado activamente en ella, además de que uno de sus directores, Ramón Wasaldua, implicara a la Guardia Civil para que no volvieran a contratarlos en otras minas. Tampoco era algo inusual, lo mismo le habían hecho en La Zarza a Pedro Masera en julio de 1930 por haberse negado a trabajar después de que cuatro compañeros murieran sepultados en una galería. Se las vio y se las deseó para criar a sus hijos sin que le dieran trabajo.
La propiedad de la explotación de San Telmo era de la familia del Conde de Ybarra, que había llegado a ser alcalde de Sevilla y cuya familia ha sido conocida por su grupo de alimentación o sus navieras. Junto a la mina se creó el poblado de San Telmo, sin agua ni aseos, para las familias de los mineros, despojando a estos hasta de la propiedad de sus casas. Primero la Barriada Vieja, después la de San Agustín y, por último, la Barriada Nueva. Patrón también repetitivo en otras minas.
Todo era de la Compañía, había que tenerlo claro, hasta los trabajadores. Y eso estaba grabado a fuego en las mentes de los propietarios que, como dije, solo pensaban en ganar dinero. Así ha sido siempre. Se puede comprobar en las cartas que enviaba el Conde de Ybarra a sus hijos cuando estaba de descanso en Bilbao, a mitad del siglo XIX: “me dais noticias de San Telmo y no me decís el cobre que produce y cómo se vende”.
Las generaciones venideras de aquellos mineros, continuaron viviendo y muriendo en aquellas tierras, sin ser nunca dueñas de sus casas, ya que estas permanecían ligadas a la propiedad de hijos, nietos y bisnietos de aquel acaudalado José María Ybarra que llegó de Bilbao para hacer fortuna extrayendo directamente el cobre para su siderurgia familiar y que, más tarde, se dedicó a la política y arrendó aquellas minas.
Mientras la hegemonía de aquella familia ha continuado en Sevilla, Andalucía y España, ligados a bancos, grupos de comunicación o a la construcción, el pueblo minero de San Telmo ha ido viviendo sus propias calamidades a lo largo del tiempo. Si el cobre cotizaba bien y era rentable, sus vecinos podían trabajar y si no lo era, se tenían que dedicar a la agricultura o a trabajos forestales. Nada más.
Uno de los periodos más estables de trabajo fue con San Telmo Ibérica Minera, compañía que trabajó en régimen de arrendamiento entre los años 1948 a 1992. Esa fue la primera mina donde trabajó mi padre y también la última, después de que Lomero Poyatos cerrara en 1984, y no guardaba buen recuerdo tampoco: “El abuso que me encontré en San Telmo era de escándalo, el trabajo lo realizábamos completamente descalzos, pues si lo hacíamos con las alpargatas éstas no duraban más de una hora”. Mantengo un vivo recuerdo de la única vez que mi padre me llevó en su Renault 12 a aquella mina y pasé la tarde siendo cuidado por José Beltrán.
Coincidiendo con esa mejor etapa, nace en 1973 la Romería que rinde culto a San Telmo, patrón de la localidad. Las familias de aquellos mineros sólo podían paliar la agonía de la espera, de quienes bajaban por aquellos pozos, rezando. Y, al igual que por Santa Bárbara, así creció el fervor religioso en Minas de San Telmo.
Pero, como los pobres son pobres hasta para celebrar una fiesta religiosa, también en este tema han tenido que ir soportando lo que, desde Sevilla, les iban dictando. Ahora podéis celebrarla en Palomarejos, ahora al lado del Cabezo del Toro, y así han ido sorteando los años en una romería humilde a la que desde pequeño me llevaba mi vecina Manolita, por la gran devoción que sentía su hermano Domingo.
Con esa amenaza perenne, las familias santelmeñas fueron construyendo, con sus ahorros y muchos esfuerzos, pequeñas casetas. Ayudándose los unos a los otros en las jornadas de descanso levantaron, en torno a una pequeña ermita y una casa de hermandad, unas cuantas casetas que, salvo dos o tres, son de arquitectura efímera.
Este mismo compromiso de que en sus terrenos pudieran realizar la romería me lo refrendó hasta en dos ocasiones el recientemente fallecido Ramón Ybarra hace más de una década cuando yo era concejal en Cortegana y poco tiempo después. En el final de aquella legislatura mi compañero Antonino Núñez quiso promover un expediente de expropiación como el que en 2010 aprobó el ayuntamiento de Aljaraque para hacerse con los terrenos de la romería de Corrales. Recuerdo especialmente su interés reuniéndose con el que era alcalde de Aljaraque, Pepe Martín, o con el abogado especialista en patrimonio, Rafael Ortiz. Aquello terminó tras las elecciones locales.
La subida de los precios del cobre ha supuesto muchos empleos en la mina de Aguas Teñidas para jóvenes de San Telmo que les han permitido vivir donde nacieron y mantener con vida un poblado al que le han ido quitando servicios en los últimos años. No hay nada más digno que la resistencia de seguir empeñados en vivir en un entorno rural a pesar de ir quitándoles maestros, médicos y hasta el cajero automático. Pero esa misma subida de los precios del cobre hizo que en 2020 la Junta de Andalucía diera permisos de investigación a Tharsis Mining, que es la filial de Magtel que compró aquellas propiedades a los Ybarra.
A través de una sentencia judicial de hace unos meses les obligan a abandonar el paraje donde celebran la romería, algo que ya habían despachado los tribunales en 2018 y, hace unos días, con la mediación del Obispado de Huelva, se acordó echar todo abajo salvo la casa de hermandad y la ermita.
La misma historia de siempre. La de ingleses y franceses, ahora con dueños españoles. Aunque dudo mucho de que el presidente de Magtel, Mario López Magdaleno, conozca algo de todo esto que yo cuento. Magtel, que factura 150 millones de euros anuales, nació cuando la romería de San Telmo llevaba casi veinte años celebrándose.
No es justo que esta historia sea cíclica. No es de recibo que alguien quiera ganar más dinero o especular con ello a costa de las generaciones de hijos e hijas de mineros que han mantenido con vida aquel lugar a pesar de todo.
Ya no es hora de compensar con empleos para que se lleven la riqueza a otro lado porque, entonces, qué será lo siguiente. Ni la Junta de Andalucía ha sido sensible para no permitir investigar en esos terrenos, ni el Ayuntamiento de Cortegana ha sido ágil para hacerse con ellos y, por encima de todo, sus actuales propietarios (Tharsis Mining/Magtel) han tenido ni un mínimo de consideración con los verdaderos dueños de todo aquello: quienes viven allí y quienes han dejado su sangre regando aquellas rojas tierras.
No me vale ese acuerdo del Obispado, ni me vale la pasividad de las administraciones y partidos políticos de todos los colores que no hacen nada por ayudar a una causa tan justa como esta. Que estamos hablando de tirar abajo casetas de madera y chozas de cartón sin saber siquiera si alguna vez se abrirá aquella mina. Claro que, quien se compra un palacio en la calle Laraña de Sevilla por 14 millones de euros, quizás no piensa importante tirar una caseta de unos miles de euros porque no sabe a cuánto cotiza el sudor de los mineros, ni cuántas horas al sol pasaron levantándola. Pero, de momento, albergo la esperanza de que ni sepan de que hablamos y sólo espero que cuando a los hermanos López Magdaleno les llegue esta información actúen acorde a lo que la historia de San Telmo merece y honren con un pequeño gesto a quienes le permiten incrementar su patrimonio.
Recuerdo que, poco tiempo después de abrir la mina de Aguas Teñidas, participé en la recepción de unos accionistas canadienses de Iberian Minerals que venían de hacer un tour por sus propiedades africanas. Olvidé cómo se llamaba, pero tenía unas botas de esas de cowboy y, no mucho después de bajar del helicóptero, preguntó si allí se podía “pegar” a los trabajadores. Siempre he creído que quiso decir castigar, aunque no sé qué acepción quiso usar, pero la traductora dijo aquello para sorpresa nuestra y mi amigo Paco García, ex alcalde de Almonaster, le respondió la burrada que merecía. Ahora pienso que fuimos muy ingenuos: claro que aquí se puede castigar a los trabajadores. Y nadie hace nada.
La Historia es cíclica, y sus vientos, peligrosos. Como si viviéramos envueltos en un tictac continuo que nos conduce, irremediablemente, a lo mismo, una y otra vez, atrapados, como el ratón enjaulado que corre sin cesar en la rueda, por el ritmo de un día a día vertiginoso, irreflexivo, sin llegar, por ende, a ninguna parte. Porque, como ya expusiera Cicerón en su tratado ‘De Oratore’, la Historia es maestra de la vida, pero, en nuestra vanidad -o prepotencia-, no aprendemos nada -o muy poco- de ella. Caemos, sí, con reiteración -y alevosía-, como seres carentes de memoria, como si olvidáramos de dónde venimos y lo que sufrimos -o sufrieron los que nos precedieron- para llegar al punto en el que estamos, en los mismos errores, en las mismas tragedias humanas.
Sí, como si fuéramos víctimas de un determinismo social que aceptamos sin más, que, en sus buenos momentos, nos aboca, impulsados por nuestra valentía, por nuestra capacidad de sacrificio, por esas fuerzas que afloran en la adversidad, a las más grandes conquistas, a escribir las más grandes páginas; mas también, en una incomprensible cobardía, en una imperdonable muestra de incoherencia, a la ulterior derrota, súbita, dolorosa. Como si nos rindiéramos, como si nos conformáramos, despojados de toda esa rebeldía previa, de antaño, que se nos presupone, distanciados de todo aquello por lo que luchamos -por lo que otros murieron-, adormecidos por unos cantos que nos llevan a pensar que algo, por lejano, no nos va a volver a pasar, o, dado el caso, lo hará sin rozarnos, sin afectarnos, o que, si ocurre, no será tan grave, o, incluso, hasta en el peor de los casos, hasta a restar importancia a lo pasado.
Vivimos, como sociedad, instalados en una especie de optimismo pésimo, indolente, depresivo, en el que damos por hecho, por consolidado, todo lo construido, la democracia misma, como si ésta hubiera existido siempre, como si perderla se antojara una quimera, un peligro remoto al que algunos, en su delirio, se refieren como probable para que un miedo infundado nos mueva en beneficio de sus propios intereses, sin percatarnos de que, quizás, si no creemos en nada ni en nadie tan sólo sea porque ya nos hemos dejado manipular por aquellos que quieren que así sea, por el hartazgo, por el odio, por la intolerancia. Y lo hacemos, unos alzando la voz -o el brazo derecho- y otros con el silencio cómplice de la abstención.
Sí, lo hacemos, también ahora, como otros no hace tanto, en los años 20 y 30 del recién pasado siglo XX, lo hicieron ante la expansión, como la pólvora, del fascismo por Europa que derivó, seguro ante la incredulidad de muchos, en una Guerra Civil y la brutal represión franquista en España y en la Segunda Guerra Mundial y el holocausto judío en la Alemania nazi. Sí, lo hacemos, como si nos asistiera el muro infranqueable de alguna garantía de no repetición, también en el contexto geopolítico actual, en medio de la locura -y el genocidio- del ruso Putin -y su eternizada invasión imperialista de Ucrania- o Netanyahu -en la irónica transformación de Israel en aquello que un día odió en su afán por acabar con el pueblo palestino con la escusa del terrorismo de Hamás-, así como de la impune e impúdica reunión -sin saber, más allá de la irreverencia del argentino Milei, qué alianzas oscuras han podido tejer ni qué objetivos espurios marcar-, de los líderes mundiales de la extrema derecha en Madrid.
El futuro -y hasta el presente-, está, por tanto, en juego en el tablero, en la partida vigente, en el de Europa y en el del orden global. Las piezas están más que colocadas, y cada movimiento, cada jaque, puede ser el último. El desenlace, desde luego, dependerá, en buena medida, de lo que la ciudadanía -como los peones en el ajedrez- decida, por ejemplo, el próximo domingo, el 9 de junio, entre los dos modelos existentes, antitéticos, el del diálogo, la convivencia, el de un proyecto social de paz, o el de avivar el fuego, encender la mecha, en pleno polvorín; el de avanzar, para vivir, o el, más apocalíptico, de acabar con todo. En unas horas se saldrá de dudas, la gente, el pueblo, en su libertad, hablará -o callará-. Pero, recordémoslo, el mal, como la Historia, como la vida, también es cíclico -y maestro-.
Es completamente inabarcable la multiplicidad de significados de los rituales de tatuaje en las diferentes culturas humanas y puede decirse, sin temor a equivocarnos, que ha acompañado al hombre desde que puso pie en lo que denominamos cultura. El tatuaje es un signo de civilización, de la entrada del hombre en el mundo de los símbolos. Su presencia más antigua puede datarse en el entorno de los 3250 años ac, pues se encontraron tatuajes en el cazador-recolector neolítico Ötzi, hallado en los Alpes Italianos en 1991. Ya era practicado por Sumerios y Egipcios, en el ámbito de nuestra cultura mediterránea, aunque estamos lejos de alcanzar el significado preciso que representó en esas culturas antiguas.
Los múltiples sentidos de este ritual han ido parejos a los modos de organización social y a las culturas o microculturas que le han dado cabida. De modo general las marcas indelebles sobre la superficie de la piel han cumplido funciones tan dispares que van de las puramente estéticas y decorativas a otras vinculadas a hondas transformaciones de la personalidad de quienes lo portan, pasando por las propiciatorias, mágicas y conmemorativas.
En las culturas tradicionales, primitivas, verticales y cerradas el tatuaje se halla fuertemente ritualizado y cumple funciones de determinación y cambio de status social generalmente vinculado a un Ritual de Pasaje de carácter iniciático. Podemos verlo en las mujeres chin de Myanmar en el paso de la niñez a la edad adulta o en la cultura Maorí con los Ta Moko que marcan el nivel social y ascendencia familiar. También entre los Inuit con funciones iniciáticas, propiciatorias de la caza y protectoras de peligros. También lo vemos florecer en las microculturas urbanas de nuestras sociedades avanzadas como los Yakuza japoneses o las Maras centroamericanas donde se impone para la supervivencia la asunción de un sistema de códigos rígidos y verticales que hacen inviables la diferenciación y el despliegue de la propia personalidad.Muestran en sus marcas y símbolos tatuados su pertenencia y el sometimiento a una férrea estructura de poder jerárquico donde el yo individual no tiene cabida, sujeto como está, a un régimen disciplinario que abarca la práctica totalidad de lo que se es y representa socialmente.
En nuestras sociedades llamadas avanzadas y complejas donde prima un individualismo pujante y donde el ideal moderno de subordinación de lo individual al sistema de reglas colectivo está cada vez mas en entredicho, vemos emerger y florecer el tatuaje de un nuevo modo y con significados nuevos, esta vez alejados de los rígidos cánones dictados por el grupo, la presión social o microsocial. Ahora se nos presenta unido a nuestro creciente individualismo y apuntando al libre despliegue de nuestra personalidad íntima, única e incomparable. Le vemos formando parte de la conmoción social post-moderna que ha dinamitado la llamada “sociedad de las costumbres” y ha erosionado las identidades sociales rígidas y monolíticas. El tatuaje y sus símbolos, son hoy altamente personalizados, se presentan como la pantalla de proyección de un sujeto de la postmodernidad abierto a una ofuscante multiplicidad de elecciones identitarias. Es en ellas y a través de ellas en las que debe configurar su identidad personal y social que ahora se presenta problematizada por su carácter flotante, inestable, cambiante, múltiple.La identidad personal y social se construye hoy mas que nunca en permanente tránsito, bajo la presión e incitación de modelos identitarios inestables, provisorios y seductivos.
Es entonces cuando las preguntas se agolpan: ¿Pudiera buscarse y expresarse a través de las marcas indelebles de la piel la urgente necesidad de puntos de gravitación del si-mismo fundados en la libre elección de valores, símbolos y experiencias que nos marcan y definen.?¿Representa también el tatuaje hoy una respuesta altamente personalizada a las apremiantes preguntas de quienes somos, cuales queremos que sean nuestros valores perennes, que experiencias decisivas nos han definido, cuales son nuestras aspiraciones e ideales?
Si bien es verdad que el ritual del tatuaje ha acompañado al hombre desde sus orígenes estos han tenido símbolos y significados estáticos en las sociedades primitivas y tradicionales. Le vemos hoy con un dinamismo renovado, floreciendo y desvinculándose de la servidumbre de la costumbre y mostrar ahora una verdad personal liberada de códigos disciplinarios, mostrando sin pudor las profundas necesidades de autenticidad y de definición de nuestra identidad personal.Hoy asistimos a una nueva vitalidad del tatuaje en nuestro medio social, a su proceso de normalización y personalización lejos del carácter estigmatizante que ha tenido en nuestra historia reciente. Vemos también hoy como los hombres y mujeres no renuncian fácilmente a un medio por el que pueden profundizar en si mismos manteniendo fuera del olvido y mostrando sus experiencias y valores significativos.
Pero la paradoja parece perseguir fatalmente el comportamiento humano pues a pesar de los deseos de perennidad en el flujo de lo vivido que representan una parte sustancial de los tatuajes, muchos son los que tras sufrir cambios en su vida desean borrarlos de su piel o sustituirlos por otros. Según informa la Sociedad Española de Medicina Estética el deseo de borrar o cambiar el tatuaje puede alcanzar al 60% en los primeros 5 años. Parece que fatalmente sobre el tatuaje ha caído la doble tarea de representar tanto el designio irrevocable de nuestro tiempo vertiginosamente cambiante, fluido, inestable, como las apremiantes necesidades del hombre de lo permanente, lo ideal, de expresar nuestra verdad personal, nuestra autenticidad y la singularidad de la que estamos hechos.
No se trata de colores. No se trata de amnistía ni patriotismo. No se trata de ningún himno fascista con toques de “progres”. Se trata de democracia. Se trata de constitución y de sentido común.
La derrota del presidente del gobierno es el síntoma más claro de un sistema político enfermo por las praxis inadecuadas de una derecha que ha perdido el norte, el control y que sin pudor ni freno ejecuta un “todo vale”. No es justicia lo que piden, justo lo contrario, necesitan sangre para conseguir lo que no pudieron hacer en las urnas.
La democracia de un país se tambalea, un congreso lleno de aves rapaces esperan ansiosos para devorar a su presa. No lo hicieron en las urnas y salieron a la calle a devastar Madrid, a agredir a la democracia y a la diosa Temis. No se quedaron conformes y acusan sin datos ni veracidad a la mujer del presidente del gobierno de todos los españoles, ese que consiguió ganar una investidura de un gobierno en coalición con partidos progresistas.
No es justo. No es justo que utilicen a los medios de comunicación al antojo de la derecha, que manipulen la información de los desinformados o incrédulos. No es justo que utilicen la libertad de prensa a merced del fascismo.
Pensarán que lo normal es que apoye al presidente del partido al que represento.
Miren, les entiendo, pero piensen que cualquier demócrata fiel y progresista hoy esté triste, aunque el pasado 23 de julio no depositaran en la urna una papeleta del PSOE y aunque ni siquiera fueran a votar.
Un demócrata de verdad está hoy triste. Triste de ver como lapidan un sistema democrático ejemplar, una constitución española consensuada por los que anteponían el bienestar social al suyo propio.
Perro Sánchez, muerto el perro no se acaba la rabia. Hay que contarle a la gente la verdad. Que en Andalucía las listas de espera en sanidad crecen, que no creen en la igualdad, que no respetan los resultados de una democracia, que siembran el odio y la mentira. Hay que contar las mentiras que esconden los “que te vote txapote” de una Ayuso sin freno. Hay que pararlos.
Dignidad, respeto y democracia. Los perros lo hacen. Los perros lo hacemos.
A principios de marzo tenía pensado escribir un artículo sobre “Mujeres y Literatura” en la enseñanza secundaria. Quería reflexionar, a través de mi propia lectura/escritura, sobre la reconstrucción del canon literario en la escuela, así como en el corpus de textos de otras materias, coincidiendo con el 8M, y analizar de forma breve, cómo va incorporándose, poquito a poco, a las autoras de cada generación en los manuales escolares, en las bibliotecas de centro, en la norma curricular y cómo vemos en las librerías el crecimiento de obras escritas por mujeres, o sobre mujeres, destinadas al público adolescente, por parte del mundo editorial, del que debemos estar muy atentas/os.
He de decir en mi defensa, ante la demora evidente, que cuando escribo, siempre necesito mucho tiempo: para leer antes, para pensar y repensar las ideas, tomar notas. A veces me disperso, me vuelvo a centrar… de tal manera que lo que iba a ser un texto para marzo sobre el canon y género, se convierte en una invitación a incorporar la perspectiva femenina en el ámbito escolar. Seguimos celebrando el 8M, e incorporamos el 23 de abril, con más libros, autoras y reflexiones.
Como contrapunto, que hace palpable la necesidad de seguir hablando sobre estas cuestiones, algunos datos que entre marzo y abril han publicado medios digitales o de tirada nacional, con titulares como “La generación Z se parte en extremos: ellos son los más machistas y ellas, las más feministas” (El País, 8/03/24) en base a una encuesta realizada por este medio y la SER; “Parejas jóvenes con una vida sexual rota por el porno” (El País, 31/03/24), asunto que abordo en mis clases de 2º de Bachillerato a raíz de la lectura barojiana de El árbol de la Ciencia, y las publicaciones periódicas anuales sobre este tema que evidencian no solo la mala educación afectivo- sexual de nuestros adolescentes, sino la cosificación permanente de la mujer, que consume también estos productos para aprender a satisfacer el deseo masculino, sin tener en cuenta el propio; “Igualdad condena tres nuevos asesinatos por violencia de género, de una mujer y sus dos hijos, en Barcelona” (La Moncloa, 10/04/24) la violencia en su grado extremo hacia las mujeres y sus hijos; “Diferencias salariales entre hombres y mujeres en Europa: ¿cómo se comparan los países para reducirla?” (euronews.net, 8/04/24)… por citar algunos ejemplos, nos obligan a reflexionar sobre el papel de la escuela en la construcción de la igualdad efectiva entre hombres y mujeres, y la construcción de un imaginario colectivo que dé a las mujeres un lugar de co protagonista en esta historia de la humanidad.
Así, con la mente puesta entre la realidad que nos toca y las inquietudes propias, vuelvo al punto inicial. Hacía meses que había caído en mis manos Escritoras. Una historia de amistad y creación, de Carmen G. de la Cueva, ilustrado por Ana Jarén, cuya lectura me produjo una profunda emoción, no sólo por las redes que teje tirando del hijo, reales e imaginarias, con tanta delicadeza trazadas entre las escritoras que retrata, sino porque habla de su propia experiencia: mujer, madre, soledad, y el deseo de escribir y sus dificultades como mujer… y eso me atraviesa. ¿Cuántas alumnas escribirán en secreto, en diarios, cuadernos? ¿Dónde quedarán esas experiencias? ¿Qué lugar ocuparán en sus vidas presentes y futuras?
Quería abrigarme al calor de las mujeres, documentarme sin ambición científica, leyendo narrativa fundamentalmente, algún ensayo, para escribir este texto, tengo muy pendiente a las poetas. Pero no con nuestras ancestras, algunas ya leídas de forma aleatoria, a veces fortuita, y que tanto me han enseñado y sorprendido por silenciadas: las novelas y cuentos de Emilia Pardo Bazán; María de Lejárraga, con sus Cartas a las mujeres de España (qué gran documental el de Laura Hojman); los Diarios de Zenobia; La mujer moderna y sus derechos, de Carmen de Burgos; Luisa Carnés con su brutal Tea Rooms. Mujeres obreras, donde se abordan cuestiones absolutamente actuales y tantas otras admiradas y muchas en lista de espera… Muy necesario en este sentido, además de Las Sinsombrero de Tània Balló, cuyo documental comienza y termina en un aula de Secundaria, el reciente ensayo Las sin amo. Escritoras olvidadas y silenciadas de los años treinta, de Antonio Orihuela, o de hace algunos años Mujeres de la posguerra, de Inmaculada de la Fuente. ¿Incluimos de forma natural estas lecturas en nuestras clases? ¿No sigue siendo una nómina masculina y a veces la escritora queda como “la cuota” de género que hay que cubrir pero sin mayor profundidad? ¿Está el profesorado formado en integrar las perspectiva de género en todas las materias?
Yo quería leer y tejer mi red con mujeres del presente, ver cine hecho por mujeres, documentales, canciones, poemas, escuchar podcasts… sin seguir un patrón, pero de forma consciente y gustosa. En poco más de un mes han caído mis manos Yeguas Exhaustas, de Bibiana Collado, que nos narra su propia experiencia subjetiva, pero de clase al mismo tiempo, sobre el mundo universitario, las relaciones de poder, la familia, la madre, las violencias en su relación de pareja, la envidia profesional, con frescura, contundencia; leí La vergüenza, de Annie Ernaux, quien ya me había traspasado con La mujer helada y relata, también desde una clara posición de clase, el paso de su infancia a la adolescencia y la toma de conciencia de su lugar social; la búsqueda de la propia identidad a través del pasado familiar, que invita a reflexionar sobre la propia historia de nuestro país en Honrarás a tu padre y a tu madre, de Cristina Fallarás, que acaba de publicar Al final de todo esto; y Cara de Liebre, de la mexicana Liliana Blum, sobre los cuerpos, la precariedad, la venganza, el desamor, las soledades; y a medias voy entre El retrato de casada, de Maggie O´Farrell, que nos remonta a la Italia del siglo XVI para construir la vida de la joven Lucrezia di Cosimo de Medici… y Panza de burro, de Andrea Abreu. Una embriaguez de novelas absoluta. Y tantas lecturas pendientes de escritoras que me interesan… .
Igualmente, se han ido sucediendo películas, documentales, podcasts… dirigidos, protagonizados, escritos, por mujeres. Desde Manipulación: sexo, cámara, poder, de Nina Menken, y que recomiendo incorporar a todos los centros educativos para analizar cómo desde el lenguaje fílmico se construye un imaginario sobre “lo femenino”, a partir del análisis de planos, enfoques, luces, sonido,… de lo que se ha dado en llamar “la mirada masculina” (Laura Mulvey), que ha jugado un papel importantísimo en la construcción de la “mujer como objeto” hasta Sauna, de Anna Hints, que nos habla desde ese coro de voces que comparten el espacio y la vida, de la sororidad, la relación entre lo íntimo y lo político, las violencias sobre los cuerpos de las mujeres, el deseo…. En medio de todo esto, Mamacruz, dirigida por Patricia Ortega con Kiti Mánver como protagonista, que pone sobre la mesa la sexualidad femenina en la madurez; Teresa, dirigida por Paula Ortiz, y protagonizada espectacularmente por Blanca Portillo, donde escuchamos por parte del inquisidor: “Vuestra boca suena a república de mujeres, a rebeldía”; del imaginario de un mundo gobernado por mujeres nos habla El sueño de la sultana, de Isabel Herguera; en Mujereando, el quejío de una diosa, de Carmen Tamayo, las voces que nos cuentan son mujeres sin hogar que sanan sus heridas profundas a través del teatro, o Julia, no te cases, de Pablo Levy, cuya protagonista es su propia madre y su anhelo de vida a pesar de un matrimonio castrante. Y otras tantas que se van quedando apuntadas, desde Un amor, la adaptación de la novela de Sara Mesa de Isabel Coixet, al próximo estreno Siempre nos quedará mañana de Paola Cortellesi, .
Muy interesante, y relativamente fácil de llevar al aula, es la creación de Podcast. Ciberlocutorio, de Andrea Gumes y Anna Pacheco; Saldremos Mejores, de Inés Hernand y Nerea Pérez de las Heras; La Script, con María Guerra, El Olimpo de las diosas, de Henar Álvarez y Judtih Tiral; Maldito Bollodrama, de Laura Terciado y Bake Gómez… son algunos ejemplos donde se aborda la actualidad, se hacen entrevistas, se habla de libros, música, cultura, cuestiones sociales de interés colectivo. El humor de las argentinas Laila Roth, Connie Ballarini, si queremos ir más allá de nuestras fronteras.
Recomendaciones de amigas, colegas, páginas de Facebook o la celebración del Wofest, espacio periférico y muy necesario de cine realizado por mujeres donde participa el alumnado onubense, programas de radio dedicados a lo que escriben, producen, crean las mujeres, incluso el último programa de Cachitos en la 2 se titulaba “Girl Power”… Todo nos invita en este tiempo a repensar el mundo desde otra óptica, a incluir la mirada plural, enriquecedora, que nos narra y nos cuenta las experiencias y vivencias de nosotras, las mujeres, y de nuestras alumnas, para que nunca más sean objetos, sino sujetos activos con capacidad de amar(se), pensar(se), reflexionar críticamente y actuar. Najat el Hachmi, en una de sus columnas de El País, nos recuerda: “No somos cuota, somos la mitad de la humanidad y a por la mitad de todo hemos venido, no nos vamos a conformar con migajas” Pues eso, más libros, más voces, más reflexiones, creaciones, con la mirada femenina.
Nota: imágenes realizadas con Inteligencia Artificial
¡Ojalá te agarrara el gato, antipático! Hasta su madre dijo: – Quisiera que estuvieras a muchos kilómetros de distancia. Los patos y las gallinas lo picoteaban, y la muchacha que les traía la comida lo hacía a un lado con un puntapié”.
El patito feo, Hans Christian Andersen
En este artículo traigo de nuevo el análisis de otro cuento del gran autor danés Hans Christian Andersen. Él, junto a los hermanos Grimm, son los grandes representantes del cuento en el siglo XIX. Pero habría que preguntarse: ¿qué es un cuento? Un cuento es una narración corta en la que se mezclan elementos reales y maravillosos para contar una realidad de forma simbólica. En ocasiones, estos cuentos están tomados de la sabiduría popular, de leyendas que han quedado en el imaginario de las gentes de un lugar determinado y pertenecen a su folclore desde hace siglos.
El cuento funciona como una mitología de un lugar, son historias que han quedado entre las gentes y que explican, al igual que la mitología nórdica, griega u oriental, tanto cosas comunes como extraordinarias. Es muy habitual que el cuento tenga un mensaje final moral, más a partir del siglo XVIII, ya que es el siglo de la razón. El siglo XIX resignificó el cuento hacia otro estilo muchos más romántico. El inicio del siglo XIX es el momento en el que nacen los Nacionalismos y una forma de dar a conocer su folclore son sus cuentos. Estos autores lo harán buscando esa idea de identidad que generan las leyendas y narraciones de un lugar.
El cuento lo concebimos, hoy en día, como un texto destinado a niños. Pero éste no nació como una narración de tintes mágicos sino como una revelación “sui generis” de todas las emociones del ser humano, tanto bellas como terribles. Nadie se sorprende, hoy día, cuando se narra el mito de Europa y se explica, sin ambages, que es la historia de una violación; también se le puede decir a cualquiera que Zeus era un dios que habitualmente incurría en el incesto y en la infidelidad de forma reiterada. Hasta su padre Saturno incurre en el canibalismo, y no pasa nada.
En nuestro imaginario actual los cuentos clásicos del siglo XIX están totalmente imbuidos de las fórmulas “almibaradas” que planteó la factoría Disney a inicios del siglo XX. Es por eso que La bella durmiente no se tiene por un cuento tan terrible como realmente es, al igual que Blancanieves que vive un envenenamiento ¿Por qué cambiaron esos cuentos que rescataban las historias del folclore de un lugar y se convirtieron en una narración estándar con un mensaje positivo y, diríamos, que hasta nocivo?
La factoría Disney tiene un momento de fundación muy concreto, el periodo de Entreguerras. Hacía 1923 se creó el primer dibujo, coincidiendo con el inicio de los llamados Felices Años 20. Estados Unidos, después de ser “el salvador” de la I Guerra Mundial, se convierte en la primera potencia, emergente, fuerte y dominante. En ese contexto se desarrollarán las primeras ideas de Walt Disney, y su mensaje no podía ser un mensaje de realidad excesiva para un mundo que necesitaba reconstruirse tras el gran desastre de la I Guerra Mundial. Es por ello que, aunque retoma la tradición, le da un final con aire de esperanza, conforma un mensaje más optimista, creando con ello un concepto más amable para su público. Si bien los clásicos resignificados por Disney suponen hoy nuestra idea del cuento, es interesante conocer lo antes apuntado para entender el siguiente análisis de nuestro Patito Feo.
Hans Christian Andersen fue un escritor especial, soltero, se dice que homosexual, y no demasiado agraciado; vivió en una época donde la moral asfixiaba, ya de por sí, al diferente. No obstante, este “patito feo”, como podría decirse que fue el autor del cuento, era, por otro lado, un hombre imaginativo, sensible y de una gran creatividad que le llevó a pasar a la historia de la literatura. Esa visión interior que el propio Andersen tendría de sí mismo, es posible que se proyectara en nuestro cuento. Porque esta historia, sin ningún tipo de pudor, podríamos llamarla una historia de “bullying” (acoso), y rechazo a la diferencia.
Andersen, sin embargo, en su texto no hace moral en exceso, solo pone sobre la mesa los sinsabores que el diferente debe vivir antes de poder construir un alma bella; estas circunstancias se reflejan en fragmentos como el siguiente: “Se fueron todos al corral, donde encontraron un espantoso alboroto provocado por dos pollos que estaban peleando por la cabeza de un pescado. Al final terció en la discusión el gato que se llevó para sí la cabeza. – Así ocurren las cosas en el mundo-comentó la madre pata. Y se lamió el pico, pues ella también deseaba aquella cabeza de pescado”.
La madre ya deja entrever lo dura que es la vida. Pero, el alma bella que se supone que debe construirse a través de actitudes bondadosas y de escaso enfrentamiento entre el patito y sus atacantes, realmente no se resalta en el cuento. Si bien en los análisis de esta historia siempre se dice que hay esa idea simbólica de belleza interior, lo que se deja claro en el texto explícito es un rechazo más bien por el aspecto físico, sobre todo al principio.
Al inicio del artículo hemos extractado un fragmento en el que el rechazo al patito se hace tanto por su madre, como por la dueña de la granja y todos los demás animales. La palabra que se repite constantemente es “feo” y, aludiendo a su aspecto físico, ni siquiera los animales reparan en hablar con él, con lo cual no sabemos si es un ser bello, interiormente. Con ese rechazo a través de la ignorancia de los otros, el patito empieza continuamente a creer en su fealdad real, y a justificar su mala suerte a través de eso.
La gente que sufre acoso, en ocasiones, se siente culpable de sufrirlo, debido a la desaprobación que el otro hace de él o ella. En el cuento, lo que en principio es un rechazo a su aspecto físico, se vuelve un rechazo a su personalidad. Una vez que el patito huye de la granja donde nace, llega a una casa donde vive un gato y una gallina. El gato y la gallina, suponen, en el cuento de Andersen, un nivel más alto de trato despectivo, porque lo asedian con cosas como si sabe poner huevos, y le dejan claro que son los jefes de la casa y que tienen derecho de abusar y gobernar a los otros con su famosa frase: “Nosotros y el mundo”.
El patito, como le ocurre a mucha gente, intenta ver en estos “jefes” un referente, aunque para ello deba replegar su personalidad. Decide, por ello, compartir con la gallina sus deseos e ilusiones que son flotar en un estanque continuamente. La gallina, como ocurre también con “las gallinas” que a veces nos encontramos en la sociedad, destruye su ilusión dejando claro que eso son solo sueños que lo que tiene que hacer es realizar cosas reales como poner huevos y que debe callar porque desde luego su opinión no merece la pena, y nadie lo va a comprender. No creo que Andersen eligiera al azar a estos dos animales que representan las personas tóxicas con las que en ocasiones nos encontramos en la vida. El gato es un animal independiente e interesado, la gallina es alocada y bullanguera, poco reflexiva. Estos dos animales pueden proyectar bien cómo se comporta el ser humano, no en su individualidad, sino en sus relaciones con los otros, y crear asociaciones que promueven la crítica.
Sorprende que el patito feo en todo el cuento no se enfrente a la realidad que le está superando, solo se va yendo de los lugares donde no encuentra aceptación, digamos que está dejándose dominar por la opinión de los otros y aceptando una fealdad que, finalmente, no es tal.
En una de esas huidas, se encuentra con una bandada de cisnes y ahí sí se siente reconocido, y se acerca a ellos con la intuición de que será aceptado. Esto supondría el encuentro del rechazado con sus iguales, de forma que Andersen en su cuento no solventa el miedo a la diferencia que a todos nos afecta en algunos aspectos de nuestra vida. Tampoco resuelve el rechazo de los otros con un momento en el cuento de toma de conciencia de aquellos que han ejercido el abuso, sino que promueve la huida del rechazado y diferente. Más significativo es el mensaje que Andersen da, al final del cuento, en el que carga en el personaje principal del Patito Feo la transformación del alma y el físico del Cisne.
Hoy en día, parece que todavía no hemos aprendido a aceptar la diferencia y a no exigir al otro que sea como nosotros lo hemos imaginado en nuestra mente, marcados por nuestros modelos sociales. Véase cómo se promueven, con fuerza, las dietas milagrosas, las operaciones estéticas, para que no tengas que ser un “patito feo” en la sociedad, y los continuos consejos y charlas que nos podrían ayudar a conseguir un ideal de felicidad y bienestar que, en ocasiones, ni siquiera deseas. Aunque se está avanzando en la aceptación de la diferencia, no deja de ser real el bullying en los colegios o el rechazo en los centros de trabajo. Y me pregunto ¿es inherente al ser humano ese miedo insuperable a la diferencia del otro o hemos construido ese rechazo a través de cánones y modas que cercenan la diversidad en nuestro entorno?