Categoría: Opinión

  • Nuevos rituales: Unboxing

    Nuevos rituales: Unboxing

    Por Ernesto Feria

    Las ceremonias de desembalaje (Unboxing), como consecuencia del comercio online, han proliferado de un modo asombrosamente creciente. Según datos de la CNMV España es uno de los países europeos con mayor crecimiento de venta online con un ascenso en 2022 en un 33% y 2023 puede cerrarse con un crecimiento del 20%. Ya en España el 80% de los consumidores somos consumidores Híbridos. Su crecimiento pareciera que no solo no tuvieran límites sino que tiende a extenderse en un espacio digital global que se percibe cada vez con menos obstáculos. Según Tom Cheesewright, experto en redes sociales, “el éxito del Unboxing está relacionado con el placer que la gente experimenta al ver abrir productos nuevos, que se ha convertido en una verdadera bola de nieve y no parece que vaya a parar”.

    Pero cuando hablamos de desembalar habría que considerar varios tipos de objetos. Muchos de ellos tienen como finalidad satisfacer nuestras necesidades más instrumentales y van desde un repuesto de un electrodoméstico a una plancha o un martillo. Con ellos no experimentamos habitualmente la corriente de emociones que lleva consigo la satisfacción o frustración de nuestros Deseos. Los objetos que vienen a satisfacer nuestros deseos generan a su alrededor mucho más “ruido” que esos otros que solo satisfacen necesidades.

    Uno de los rituales más generalizados y felices donde se juegan los objetos deseados es el de dar y recibir regalos. A todos nos encanta recibir regalos, esos paquetitos envueltos en papeles de colores que hacen las delicias de los encuentros de familias, amigos y compañeros. Los intercambios en momentos señalados (onomásticas, reyes, despedidas, reencuentros, etc.) nos sustraen de la monotonía de los días y nos llevan transitoriamente al espacio compartido donde nuestros deseos y su realización se hacen posibles. Podríamos decir que nos permiten soñar un poco fuera de la certidumbre de los objetos que nos rodean. Nos gustan también porque representan y crean a su alrededor una pequeña comunidad festiva que juega a unirse y divertirse. Los regalos crean, mantienen y refuerzas los lazos sociales, los profundizan, de ahí el carácter ritual y periódico con el que se instalan en nuestras vidas. Pero los regalos sobre todo generan emociones y no solo estamos atentos a sus expresiones en el galardonado sino que todos nos vemos envueltos en la atmósfera festiva que generan a su alrededor. Sabemos que quienes nos los dirigen tratan de acertar en nuestros deseos, nos conocen en mayor o menor medida y buscan frecuentemente satisfacer no tanto nuestras necesidades -que no veríamos con tan buenos ojos- como nuestros caprichos. Que interpreten acertadamente nuestros anhelos nos hace palpable el interés y el afecto que los otros nos profesan. El intercambio de regalos también llena el tiempo de la pequeña fiesta que con ello nos separa de la cotidianeidad monótona. Todo ello pasa necesariamente por los otros en su presencia física en su dimensión corpórea, tangible, y sin ellos nada tendría sentido.

    Este amable Unboxing nada tiene que ver con el que les paso a relatar y que tiende a constituirse en una creciente práctica ceremonial de nuestra hora.

    El desembalaje de productos, esta vez en absoluta soledad, se está convirtiendo en una ceremonia destacada entre las ofrendas en los nuevos altares del consumo. En la nueva sociedad de la hiperproducción y el hiperconsumo este proceso de desembalaje se ha convertido en un ritual cuasi religioso. Llaman poderosamente la atención esos ceremoniosos videos promocionales de YouTube, Instagram o Tiktok en los que a modo de pequeñas y diría que artísticas performances se van sucediendo los diferentes pasos para desembalar el preciado y cuasi misterioso objeto de culto, ahora sacralizado. Se lleva a cabo a través de una sucesión de acciones lentas, pausadas, demoradas, que se inician, sin risas ni otras miradas, con la rotura del virginal papel celofán que los envuelve y continua con la exposición detallada del contenido de una caja que se intuye extremadamente agradable al tacto, suave, lisa, fluida, sin asperezas. Vemos las manos desplazarse lenta y delicadamente desde la superficie hacia los otros envoltorios que contienen la caja. No hay prisa en la narración del contenido del paquete, que recuerda, en muchos aspectos, por su lentitud, por su parsimonia, a un proceso de transubstanciación vehiculado por un oficiante que ensalza los “valores”, las bondades y la exclusividad del producto y que con ello trata de elevar el objeto a una dignidad que en pocas ocasiones posee y provocar un efecto de fascinación hipnótica.

    Estas nuevas prácticas de adquisición y consumo, que habitan y se están introduciendo crecientemente en nuestros hogares, pertenecen a los nuevos rituales de la postmodernidad. Algunos pensadores albergan el temor de que la máquina homogeneizadora del neoliberalismo comercial va a acabar con los rituales tradicionales comunitarios de compra pero en mi opinión no estamos hechos para vivir sin rituales, esos que nos sacaron de la caverna, sino que lo que hacemos es dejar unos para sustituirlos por otros de modo inmediato, esta vez por uno claramente destructor del tejido comercial-relacional de la cultura tradicional. La irresistible presión homogeneizadora que ejerce la aceleración de los intercambios de objetos de consumo y su globalización reducen crecientemente el comercio de proximidad y el intercambio social que conlleva a un ritmo vertiginoso. La red relacional que proporciona el comercio de proximidad se está viendo dañada a un ritmo nunca visto. La naturaleza de estos nuevos rituales de desembalaje, en las antípodas del ritual familiar y entre amigos, alimenta una creciente y voraz satisfacción solitaria y narcisista que disuelve los lazos que nos sostienen y nos acercan lenta e inexorablemente a un creciente aislamiento y a nuevas modalidades de conducta adictiva. En nuestra hora, la relación con los objetos de consumo está cada vez menos mediada por nuestra relación con los otros próximos (piénsese en la lejanía de los influencers y Youtubers), pues la digitalización ha puesto a golpe de clic lo que no hace mucho requería un lugar físico, una narración, una historia con protagonistas de carne y hueso, una espera, un sentido. Este distanciamiento despersonalizado mina la fina y delicada red que nos vincula con el mundo de la vida y con ello nuestra conexión significativa con él.

    Efectivamente, la máquina de adquisición y de dilapidación, a la que nos precipitamos, tiene un recorrido muy corto y tras la extática visión del idealizado y fascinante objeto que colma transitoriamente el gran agujero negro del Deseo, más pronto que tarde le vemos precipitarse en el deshecho y en el olvido. Hoy los objetos hechos por el hombre nacen, más que nunca, con el pecado original de su obsolescencia en un movimiento jadeante de ascenso celeste y vertiginoso precipitado en el olvido.

    Nada que ver con el tiempo pleno del encuentro con los otros en medio de la fiesta en el que los objetos intercambiados quedan cargados de un valor simbólico y son capaces de evocar momentos significativos de nuestra vida. Aquel momento, aquellas personas, aquel lugar queda en nuestra historia señalando una clara diferencia, un momento que recordar. Hoy vemos cómo una creciente fuerza disolvente tiende a desposeer a los objetos de ese poder de evocación de los otros. Ahora nos quedamos frente a ellos comprobando que no hay nadie tras ellos o solo imágenes repetidas de nosotros mismos.

  • Cragside y el alumbrado navideño

    Cragside y el alumbrado navideño

    Y se hizo la luz

    Sección Descubriendo el Mediterráneo, décimo artículo

    Imaginemos un frío día de diciembre de 1880 hace justo 143 años; dos amigos, William y Joseph, han trabajado durante mucho tiempo en lo que será un importante acontecimiento, un proyecto muy ambicioso, novedoso y singular que podría transcender a todo lo realizado hasta ese momento. Ese gran evento sería iluminar, con luz eléctrica, la preciosa casa victoriana de William, en cuanto cayeran los tímidos rayos del sol de la tarde inglesa.

    Joseph Wilson Swan que así se llama uno de nuestros protagonistas era físico y químico y, justo un año antes que Thomas Alva Edison, en 1870, había creado ya la bombilla incandescente. El otro protagonista era el barón William Amstrong un ingeniero y, como muchos otros en su época, inventor y filántropo gracias a su buena posición social. Lo que hoy día puede ser la tarea de un electricista durante un fin de semana, fue preparada por estos dos amigos en varios años porque, en el siglo XIX, los experimentos con la electricidad eran tareas casi mágicas.

    Hoy en día con facilidad damos a un interruptor y en cuestión de segundos encontramos una fácil iluminación, pero el caso de Cragside en esos momentos fue, para aquellos que lo vivieron, un momento mágico e innovador; fue el hito necesario para que luego pudiera realizarse el sistema de alumbrado de casas privadas y también del alumbrado público. Tienen que imaginar a esta casa victoriana como único punto luminoso que se alzaba en el área de Northumberland (Inglaterra) y que, para todos los habitantes, suponía el símbolo
    de poder de su dueño y también era el signo de los nuevos tiempos que llegaban en el siglo XIX al primer país que había desarrollado su Revolución Industrial.

    Poco tiempo después, en 1881, tenemos en España el primer momento de iluminación pública cuando el Marqués de Comillas (Cantabria) promueve el alumbrado público para recibir la visita del rey Alfonso XII. Aquí el marqués desplegó un juego de luces para asombrar al viandante y a su majestad, mostrando algo novedoso y mágico como era contar con luz eléctrica. En Huelva, entre 1881-1884, se instaló la luz eléctrica en el lujoso Gran Hotel Colón, que había sido construido por iniciativa inglesa.

    Estos primeros experimentos, que hicieron posible la iluminación de una casa o espacios públicos, estuvieron marcados por el empeño y el afán de una burguesía que contaba con tiempo y con posibles para hacerlo realidad. Hoy esto es bien distinto porque, aunque delegamos en nuestro gobierno local la tarea de poner el alumbrado navideño, éste se paga con nuestro dinero público, es decir, eso aquello surgió como algo exclusivo de algunos, es hoy “beneficio” de todos. Es digamos, para la sociedad actual, una forma de sentir esa opulencia y poder que siglos atrás iniciaron estos pioneros de la luz eléctrica.

    Hoy, por tanto, los espectadores, al contemplar esos inmensos alumbrados navideños son como William y Joseph, pero con algunas diferencias. Ellos se maravillaban porque eran conscientes de un hito en el que fueron creadores y pioneros. Sin embargo, el ciudadano de a pie se maravilla con el alumbrado, no como creador, sino solo como mero observador de un espectáculo, las luces navideñas.

    William y Joseph estaban haciendo historia con el alumbrado de su vivienda, y qué duda cabe que eso era una demostración de poder de los creadores de Cragside. Sin embargo, este luminoso y opulento inicio de la Navidad ¿No desvirtúa el sentido profundo de la Navidad? Habría que pensar, cuando acudimos a contemplar estos alumbrados maravillados, si estamos celebrando la fiesta cristiana o nos estamos acercando a otra fiesta más desenfrenada como las Saturnales romanas, la fiesta que la precedió, y que celebraba el Sol invicto, aquel que vence a la oscuridad y se renueva. Los alumbrados navideños de hoy día parecen haber asimilado esa simbología, que evade la oscuridad y que se adapta plenamente al signo de los tiempos.

    La llegada de la luz eléctrica, a finales del siglo XIX, estuvo plagada de momentos mágicos que generaron, en los primeros testigos, el asombro y la idea de bienestar y de progreso que se vislumbraba. Por eso, resulta extraño que, en ciudades donde el progreso está consolidado en pleno siglo XXI, todavía ese asombro y fascinación vuelva con las luces navideñas que adornan nuestras ciudades. Y podemos preguntarnos si todavía es que admiramos uno de los hitos más relevantes de nuestra Edad Contemporánea, la luz eléctrica, o es que con esa acción sólo nos convertimos en un actor más de la sociedad del espectáculo en la que desde hace tiempo vivimos.

    Foto: El palacio Cragside, primera casa con luz eléctrica en Inglaterra (1880)

  • Un ejemplo flagrante de politización sanitaria

    Un ejemplo flagrante de politización sanitaria

    Solamente como insólita, irresponsable y temeraria podemos calificar la reciente decisión de nuestras autoridades sanitarias al dejar desierto el concurso para cubrir el puesto de director gerente en el Hospital Juan Ramón Jiménez de Huelva.

    Insólita porque no conocemos ningún caso en el SAS donde un hospital haya estado sin gerente durante seis meses, los transcurridos desde la dimisión del anterior.

    Irresponsable porque creemos que la situación actual de un hospital que hace aguas por todos lados (tenemos los peores indicadores de todos los hospitales andaluces) necesita de manera inmediata la figura de un líder que aglutine las diversas líneas enfrentadas en la actualidad y que consiga formar un equipo donde todos remen en la misma dirección y asuman objetivos comunes.

    Y temeraria porque se avecinan retos importantes para este hospital, como la eventual construcción del Materno Infantil, por ejemplo, que necesitan grandes dosis de trabajo por parte de todos. La ausencia de una cabeza visible, nos tememos, puede dilatar, aún más, la que se considera como la infraestructura imprescindible para que nuestra sanidad salga de la parálisis que sufre.

    Además, la falta de un liderazgo claro y de unas líneas de actuación bien definidas no van a hacer más que ahondar en la desafección de los profesionales, que seguirán encontrando a este hospital poco atractivo para desarrollar su carrera profesional, aumentando asimismo la lacra que padecemos de «fuga» de profesionales.

    Todo parece señalar que los motivos para esta resolución no han sido técnicos, sino motivados por luchas de poder, vetos personales y pugnas de partido. Por tanto, rogamos a nuestras autoridades que nos indiquen (no olvidemos que ha sido una convocatoria pública), cual es el perfil que están buscando.

    Porque se nos ocurren pocos perfiles más adecuados que el de una persona que es onubense, que se ha formado en este hospital, al que ahora conoce como la palma de su mano y, sobre todo, tiene la capacidad, la actitud y la formación necesarias. Solo hay que recordar que en estos últimos meses ha venido desempeñando el cargo en funciones, a pesar de tener que bregar con elementos incompetentes, cuando no hostiles, en el entorno de la gestión hospitalaria. Nos consta que se ha dejado la piel y, por ejemplo, se le puede atribuir la salvación de la Unidad de Ictus en el último segundo, mientras la consejera de Salud vendía en el Parlamento Andaluz las “bondades” del Teleictus. Asimismo, podemos afirmar que cuenta con el apoyo unánime de la mayoría de los servicios del HJRJ.

    En resumen, creemos que, en el momento actual, lo que menos necesita nuestra sanidad es un ejemplo tan flagrante de politización sanitaria. Rogamos dejen la política para otros escenarios y permitan que sea el mejor proyecto técnico el que intente aunar esfuerzos y salvar esta nave del naufragio.

    Por Diego Mora, presidente de Onusap

  • Violencias

    Violencias

    En 1933 apareció en España un librito que recopilaba publicaciones periódicas, cartas públicas, entrevistas y declaraciones de Albert Einstein a lo largo de veinte años, titulado La lucha contra la guerra, editado por Nervio. Aparecía el científico como el modelo ético y moral de un pacifista militante que no dudó en oponerse al patriotismo nacionalista, a las autoridades o Estados, a la militarización de la sociedad y al negocio de las armas, que pidió el boicot económico y que mantuvo una posición activa en defensa de la paz mundial. En 1986 fue rescatado por Ediciones La Piqueta, y tal vez hoy, tantos años después y ante la coyuntura política, económica y social que vivimos, deba ser recuperado.

    Si bien los años 30 del pasado siglo, cuando parecía que todo era posible, al menos en Europa, no fueron definitivamente buenos tiempos para la lírica, como cantara Brecht, las convulsas olas de violencias sistémicas no sólo no han menguado en lo que va del siglo XXI (a pesar de las Declaraciones Universales, los organismos internacionales o los actuales Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030), sino que se abren frentes continuos que atentan a la dignidad de mujeres y hombres y a nuestro legítimo derecho a vivir en paz.

    Estos frentes de batallas, inherentes al orden dominante en el que habitamos, que van más allá de los conflictos entre Estados, ponen de manifiesto los males sociales y económicos de nuestro mundo: explotación, control de los bienes básicos, desigualdades e injusticias, pobreza, precarización de los trabajadores/as, autoritarismos, estructuras patriarcales y machistas, abusos sexuales, malos tratos, mil formas de violencia en definitiva. Es importante pensar entonces qué papel tiene la escuela, qué lugar ocupa ante esta realidad.

    Un mapeo de estas formas de violencia nos coloca en una posición que nos permite ver con perplejidad imágenes de las calles de Madrid (y parte del Estado español) tomadas por derechistas a lo Trump que arrojan piedras, intimidan a los periodistas y transeúntes y cortan el tráfico defendiendo la unidad de España, como en los manuales de los años 40, grande y libre, frente al legítimo Gobierno en funciones de Pedro Sánchez y la futura ley de amnistía. ¿Qué sería de su genealogía familiar, la de esos mismos fascistas que ahora ocupan las calles, si durante la Transición democrática no hubiese habido una Ley de Amnistía que los salvara de la vergüenza de tener entre sus predecesores a genocidas o colaboradores del genocidio franquista? ¿Qué sería si en compensación por sus crímenes de lesa humanidad, durante cuarenta años de dictadura, el Estado les hubiese expropiado sus bienes para damnificar a las víctimas? Qué suerte tuvieron con la Ley de Amnistía y desmemoria. A pesar de todo el ruido y el espectáculo, podemos decir que ni Oriol Junqueras, encarcelado durante cuatro años, junto a otros los presos políticos, ni Carles Puigdemont, tienen sus manos manchadas de sangre.

    Igualmente, asistimos estupefactos a la escasa condena de los países occidentales al exterminio que los sionistas israelíes están llevando a cabo desde hace décadas, pero con magnitud espeluznante desde hace poco más de un mes en la franja de Gaza y Cisjordania. Según cifras de la organización ‘Save de Children’, en los últimos 30 días “4.008 niños y niñas han muerto en Gaza y otros 1.270 están desaparecidos, presuntamente sepultados bajo escombros”. Muros de la vergüenza (en Gaza o en México), expolio, ocupación, ataques a hospitales y a la población civil como objetivo militar… Continúa, asimismo, para escarnio de Occidente, la guerra en Ucrania, desde febrero de 2022… ¿Datos, números, bajas? Todo se contamina del lenguaje bélico, de ataques y armas, refugiados, éxodos, combates, misiles, toma de posiciones, muerte…

    Más allá de los Estados, de los intereses geopolíticos o geoestratégicos, otras formas de violencia nos envuelven. Son a veces sutiles, nos quiebran, nos matan un poco, aunque sigamos respirando, dejan huellas indelebles en nuestros espíritus, pues ya no somos los mismos después de haberlas sufrido. La ejercen serpientes camaleónicas, con sus pieles múltiples ante la sociedad, sus lenguas bífidas. Son los mentirosos, los hipócritas, los cobardes, vestidos de curas o de respetables ciudadanos cívicos, incluso solidarios. Así, un reciente informe sobre los abusos sexuales por parte de la Iglesia Católica, realizado por el equipo del Defensor del Pueblo, Ángel Gabilondo, denuncia que al menos 440.000 personas, en su mayoría menores, han sido abusados por miembros del Clero en España, fundamentalmente en el ámbito escolar. ¿Cómo recuperar una vida? ¿Quién reconstruye una infancia robada? Por otra parte, según la Delegación de Gobierno contra la Violencia de Género, ya han sido asesinadas en este año 52 mujeres en España víctimas de esta forma de violencia, dejando 51 huérfanos menores de edad… Son miles las denuncias. ¿Cuántos horrores en el espacio de una casa? ¿Cuánto silencio impuesto hasta la asfixia? ¿Cuánto grito callado?

    A pesar del individualismo narcisista al que nos invita el mundo actual, retomamos la pregunta previa, ¿Qué papel tiene la escuela? ¿Puede permanecer indiferente ante tal estado de violencias consumadas? ¿Para qué celebrar el día de la Paz, cada 30 de enero, si permanecemos impasibles ante la realidad que nos rodea? ¿Cómo no hablar de lo que está pasando en cada clase, en cada claustro? ¿Qué sentido tiene hacer un discurso cursi y sentimental que firmaría hasta un militar, dibujar las palomitas picassianas o las grullas de origami si no somos capaces de contribuir a la formación de ciudadanos/as libres, críticos/as, capaces de pensar por sí mismos/as? Qué duda cabe que ser hombres y mujeres libres implica riesgos, tener una conciencia crítica que nos permita pensar por nosotros mismos/as, más allá de los discursos dominantes, aunque la voz de uno(a) sea marginal, se quede solo/a. Defendamos la paz en cada claustro, en cada aula, en cada asamblea o Consejo Escolar. Dotemos de contenido vital y útil para la sociedad esos espacios donde domina la burocracia y pongamos vida. Retomemos los viejos conceptos de solidaridad, fraternidad, apoyo mutuo, cooperación entre los pueblos y rechacemos activamente todo tipo de violencia y a quienes la ejercen, rehusemos cualquier acto que atente contra la libertad de las personas y la dignidad del ser humano.

    En enero de 1931, en una entrevista de la Universal Service, titulada ‘Sacrificándose por la paz’, decía Albert Einstein: “Nada de lo que yo pueda hacer o decir cambiará la estructura del universo. Pero, tal vez, alzando mi voz pueda contribuir al triunfo de la más noble de todas las causas: buena voluntad entre los hombres y paz en la tierra”.

    Por Susana Pedraza, profesora de Lengua y Literatura del IES Pablo Neruda de Huelva

  • ¿Qué nos jugamos el sábado 28?

    ¿Qué nos jugamos el sábado 28?

    Nos roban la sanidad, nos quitan la vida

    ¿Qué nos jugamos el sábado 28?

    Nos roban la sanidad, nos quitan la vida.

    Por enésima vez Huelva esta citada con el futuro de su sanidad pública.

    Onusap, junto a numerosas asociaciones vecinales, de pacientes, sindicales o políticas y de la mano de organizaciones de toda la geografía andaluza, saldrá a la calle en defensa de su sanidad pública.

    Los motivos están claros: ante un sistema público que es incapaz de responder a las demandas de la población, en lugar de afrontar las ambiciosas reformas estructurales necesarias, el Gobierno andaluz actual ha optado de nuevo por poner un parche que en ocasionas anteriores no solo ha fracasado, sino que se ha demostrado ineficaz en la solución de los problemas, de peor calidad y significativamente mas caro que una solución desde lo público.

    La inyección a la empresa privada de 734 millones para reducir listas de espera y otros 30 para atención en Salud Mental, nos tememos, solo servirá para enriquecer a empresas con animo de lucro y debilitar, aún mas, al Servicio Andaluz de Salud.

    A pesar de estas evidencias, el mantra de nuestros gobernantes sigue siendo el mismo: “la inversión actual en Sanidad es la mayor de la historia..”. Pues bien, si aceptamos esta premisa, está claro que esos presupuestos “históricos” no se están gestionando bien. Se hace necesario cambiar las políticas actuales afrontando las soluciones estructurales necesarias desde un sistema acreditado, capaz y contrastado desde lo público.

    Los onubenses, especialmente castigados en materia sanitaria por los distintos gobiernos, pierden con esta descapitalización la vieja aspiración de ser iguales al resto de andaluces, tal como establecen la Constitución o la Ley General de Sanidad: cada euro que se escapa a la privada es un euro menos para nuestro necesario Materno-Infantil, para nuestros Chares o para cambiar una política de contratación que hace del éxodo de personal sanitario una lacra que se ceba especialmente con esta provincia y sus zonas rurales.

    Solo la presión social puede hacer retroceder este camino privatizador que ha elegido el actual gobierno andaluz. Juntos, en la calle, pudimos revertir decisiones descabelladas con respecto a la ubicación del Materno-Infantil o salvar nuestra Unidad de Ictus, evitando que nos la cambiasen por el Teleictus menos eficaz.

    Por eso volvemos a solicitar a la población onubense que aparque las ideologías y luche por lo que nos une a todos: una sanidad 100 por 100 pública y de calidad.

    El dia 28 de octubre Huelva tiene una cita con el futuro de nuestra sanidad.

    Nos roban la sanidad, nos quitan la vida.

    Por Diego Mora, presidente de Onusap

  • Educar para vivir

    Educar para vivir

    Entramos en octubre. Conciencia plena de que el curso escolar está ya en plena efervescencia. Pronto comenzarán las evaluaciones iniciales, las salidas escolares, los primeros puentes (qué bien viven los maestros) y toda una rutina de acontecimientos que marcan los ritmos escolares. Atrás quedaron los saludos de septiembre, la pereza del inicio que aún arrastra el sabor de las tardes de verano, el pellizco en el estómago del primer día de clases.

    Con ese pellizco siempre hay una emoción contenida, que aúna miedos, esperanzas, ilusión, reflexiones sobre la educación, la juventud, el papel docente, el mundo en que vivimos… todo un remolino en la boca del estómago. Muchos sentimientos me trasladan a mi propia infancia y adolescencia, recuperadas cada inicio de curso, no con nostalgia, ni idealización del pasado, sino como punto de partida de lo que hubiera querido, o necesitado, aprender.

    Así, como docente me propongo, cada curso, retos, más allá del temario de Lengua Castellana y Literatura. Educar la sensibilidad (contemplar un paisaje, cuidar nuestro entorno, abrazar a un amigo que vemos desvalido, escuchar la lluvia), transmitir el gozo estético (una pintura que nos conmueve, un poema que nos atraviesa), contagiar el placer de la lectura, contar la historia de los logros de la clase trabajadora (jornadas de ocho horas, derecho a sindicarse, a la huelga, cuántas involuciones), dar herramientas, en fin, para asumir los golpes, reponerse, seguir caminando. En esta época del consumo rápido, de lo superficial en todo, hay que tener valor para querer educar para vivir.

    Por Susana Pedraza

  • La ‘Bicocca’ de Carlos V y el gris Marengo de Napoleón

    La ‘Bicocca’ de Carlos V y el gris Marengo de Napoleón

    Sección Descubriendo el Mediterráneo, noveno artículo

    En una conversación entre amigos, puede salir fácilmente la expresión: “esto es una bicocca” para referirse a una oportunidad que alguien no debe perder porque es, como se define en la RAE, un “chollo”. Poca gente, después de comentar esto, piensa qué puede significar esta expresión coloquial o cuál es su origen y más teniendo en cuenta que en francés y en italiano también se dicen, pero con un sentido totalmente diferente. Esta expresión procede, ni más ni menos, que del siglo XVI y está ligada al emperador Habsburgo por excelencia: Carlos I de España y V en Alemania.

    Carlos V había heredado de sus abuelos un increíble imperio donde “nunca se ponía en sol”. Este vasto Imperio iba desde los confines del Nuevo Mundo hasta los límites con el Imperio Turco. Uno de los objetivos de Carlos V, al llegar al gobierno, era conquistar la zona del Milanesado, lo que hoy día es el área de Milán, la región del Piamonte en Italia. Este lugar era un espacio estratégico entre Francia y Alemania. A Francia le interesaba bastante el control de esta región, así como a España, ya que parte de su imperio estaba en territorio de la actual Alemania, que era parte de la herencia de nuestro emperador. Para conseguir este lugar, ambos países tuvieron que enfrentarse en varias guerras con diferentes resultados. Como curiosidad hay que contar que, probablemente, el más maravilloso botín de estas contiendas fue la presencia en la corte de Francisco I de Francia de un viejo Leonardo da Vinci; éste llevó consigo a Francia el cuadro más admirado del Louvre: la Gioconda que, orgulloso, colocó Francisco I en su baño para admirarlo cada día.

    Dentro de esas guerras del Milanesado, la Batalla de Bicocca, en 1522, fue un éxito rotundo para los españoles, y es así que se popularizó esta expresión, que nació a raíz de cómo se desarrolló esta batalla. La aldea de Bicocca sigue existiendo hoy día, es un barrio universitario a las afueras de Milán, pero en aquellos momentos era, como dicen las crónicas, sólo una aldehuela de 20 habitantes. Allí tuvo lugar un destacado momento de la artillería española y la razón no es otra que, frente a los suizos, que solo portaban lanzas, los españoles probaron unos estupendos arcabuces con pólvora, lo que hizo que, en poco tiempo, apenas tres minutos, según historiadores como José Segovia, los españoles dieran muerte a 3000 suizos. Tras conocer esta historia, ahora entendemos mejor esa expresión, porque para los ejércitos españoles fue un paseo, un chollo o como ya quedó fijado una Bicocca. Sin embargo, como antes he comentado tanto en Francia como en Italia la expresión también existe desde entonces, pero alude a algo no tan positivo, sino que significa una cosa ruinosa o precaria, debido a la ruina y la devastación que dicha batalla provocó en la aldea y en los ejércitos enemigos.

    No lejos de ese lugar de Bicocca, a solo una hora y catorce minutos en coche, en esa misma región del Piamonte, pero tres siglos después, a inicios del siglo XIX, otra pequeña población, Bosco Marengo, se convirtió en protagonista de otra importante batalla que dio nombre a un tipo de color gris muy popular y que casi todo el mundo ha usado en algún momento de su vida, sobre todo en la temporada de invierno y en contextos formales; me estoy refiriendo al color gris Marengo.

    Al igual que el emperador Carlos V, a inicios del siglo XIX otro destacado personaje, Napoleón Bonaparte, estaba preparando su ascenso hacia la gloria para ser emperador de Francia, en plena Revolución francesa. Para labrarse ese futuro, desde inicios de la Revolución había estado batallando en las llamadas Guerras de Coalición y ascendiendo en su posición política y militar. Estas Guerras de Coalición enfrentaron a todos los países europeos con régimen absolutista, con una nueva Francia que se perfilaba ya burguesa y liberal.

    En 1800 Napoleón y su ejército eran unos militares verdaderamente triunfadores en múltiples batallas y él ya era cónsul de Francia. En la 2º Guerra de Coalición tuvo lugar la batalla de Marengo, librada el 14 de junio de 1800 en el norte de Italia, y que supuso otro nuevo escalafón para el ascenso de Napoleón al poder más absoluto. Cuentan que, para este evento, Napoleón vistió un abrigo largo que era de color gris y que, por haber sido usado aquí y en posteriores batallas, se le llamó a ese color gris Marengo. Otra teoría dice que ese tono de color gris era el que tenía Marengo, su caballo favorito; este animal fue todo un héroe de sus batallas, vivió 38 años y su esqueleto se conserva en el Museo Nacional del ejército de Sandhurst (Inglaterra); en la ilustración que acompaña este artículo lo podemos ver retratado con ese caballo, por el artista francés Jacques -Louis David.

    En nuestro día a día, al hablar, sin darnos cuenta, estamos totalmente imbuidos por expresiones y elementos que apelan a la Historia, la mitología o la religión. No obstante, en muchas ocasiones escucho la pregunta: ¿para qué sirve la Historia? Hacemos esa pregunta porque Carlos V, Napoleón y sus hechos históricos quedan muy atrás en el tiempo y es difícil sentirse identificado con glorias del pasado que nada tienen que ver con nuestro presente. Pero, nuestro presente sí es decirle a un amigo que compre ese coche que es toda “una bicocca” o comentarle a tu amiga que el color gris Marengo está de moda en todas las tiendas de Zara; cuando lo mencionas, sin darte cuenta, estás haciendo referencia a la Historia y a hechos históricos. Por tanto, aunque no te des cuenta la Historia está en tu vida y en tus palabras, y sí puede dar sentido a nuestro presente si la conocemos y la estudiamos.

    Imagen: Napoleón cruzando los Alpes. Jacques Louis David

  • La Sirenita de Disney, un final «feliz» al cuento de Andersen

    La Sirenita de Disney, un final «feliz» al cuento de Andersen

    Sección Descubriendo el Mediterráneo, octavo artículo

    “…sería necesario que un hombre te quisiera con un amor más intenso del que tiene a su padre y a su madre; que se aferrase a ti con todas sus potencias y todo su amor (…) Entonces su alma entraría en tu cuerpo y tú también tendrías parte en la bienaventuranza reservada a los humanos. Te daría alma sin perder por ello la suya (…)”.

    La Sirenita, Hans Christian Andersen.

    Hace escasamente dos meses se estrenó la nueva versión de la factoría Disney de la Sirenita. La película de animación de 1989 se convertía esta vez en un film con personajes de carne y hueso, con ciertas modificaciones de la primera versión. De todas ellas, quizás la más relevante sea que se ha cambiado el personaje de una doncella pelirroja por una chica afroamericana, la actriz Halle Bailey, aportando según comentan los críticos de cine “frescura” y actualidad al clásico.

    Disney ha tenido el marchamo de ser una “fábrica de sueños”. Es por ello que, sus versiones de cuentos clásicos han sido siempre muy libres. Tanto es así que una historia dramática con finales trágicos en la mayoría de las ocasiones se convierta en un relato de ensoñación. El cuento de la Sirenita narrado por Disney no es distinto a su tónica habitual, pues, aunque en su narración toma algunas cosas del cuento original del danés Hans Christian Andersen, sorprende la libertad con que modifica elementos importantes de la historia.

    Antes de comenzar a comparar ambas narraciones detengámonos un momento en analizar qué es una sirena a lo largo de la historia. Las sirenas eran seres mitológicos que aparecen definidos en textos desde la Antigua Grecia hasta los Bestiarios medievales como un ser híbrido entre mujer con patas y alas de pájaro o mujer y cola de pez. Uno de los pasajes más famosos donde se cita a las sirenas es en el libro la Odisea. En el canto XII se cuenta como el héroe Ulises debe con sus hombres hacer frente a las Sirenas, seres marinos encantadores que seducen con sus cantos y que, si el navegante sucumbe a ellos, se ahogará. Estos seres marinos en la mitología griega se representan mitad mujer mitad pájaro con garras y alas, como podemos observar en la crátera griega conservada en el British Museum (Ilustración 2) que cuenta este pasaje del canto XII.

    No será hasta el siglo VIII, en la Alta Edad Media, cuando en un libro, el Liber Monstrorum, aparezca la primera definición de sirena como la concibe en su cuento Andersen y como luego la toma Disney. Aquí se dice lo siguiente sobre estos seres: “Las sirenas son doncellas marinas que seducen a los navegantes con su espléndida figura y con la dulzura de su canto. Desde la cabeza hasta el ombligo, tiene cuerpo femenino, y son idénticas al género humano: pero tienen las colas escamosas de los peces, con la que siempre se mueven en las profundidades”.

    Si observamos la definición del Bestiario, la sirena es seductora con su canto y eso la hace en un mundo moral como era el medieval, malvada, pues lleva a la perdición a los navegantes; aunque esta visión aparece narrada de pasada en el cuento de Andersen, en este pasaje: “(…) y con arte exquisito cantaban a los marineros las bellezas del fondo del mar, animándolos a no temerlo; pero los hombres no comprendían sus palabras, y creían que eran ruidos de la tormenta (…)”. Su perspectiva está llena de romanticismo y ensoñación. Se presenta el mundo marino y de las sirenas como un reino distinto al de los humanos cuyas reglas son distintas y en ese ámbito se mueve el cuento de Andersen, en el intento de transgresión, por parte de la protagonista, de las normas del reino terreno y el marino. En el relato del danés, este respeta las leyes que rigen a los mitos y los castigos a los que pueden enfrentarse los actores de dichos intentos de transgresión. En el caso de Disney la Sirenita sí tiene un nombre, Ariel pero en el caso de Andersen nunca se dice su nombre.

    La Sirenita es la más pequeña de todas las hijas de Tritón al inicio del cuento se presenta melancólica, como si algo le faltara en su mundo submarino, y no es hasta subir a sus quince años a la superficie cuando ante la presencia del príncipe, se llena de vida y de amor. Puesto que, la presencia de las sirenas hace naufragar a los barcos, ella debe salvar al príncipe del naufragio de su navío, como así lo hace. Al volver al mar, totalmente enamorada de él, busca desesperadamente la posibilidad de estar a su lado y le pregunta a su gran confidente, su abuela, en el cuento de Andersen y esta le dice el gran secreto, que sólo si el príncipe se enamora de ella de verdad, podrá tener alma y permanecer entre los humanos, ya que las sirenas, nos cuenta Andersen, eran seres que vivían 300 años y que se convertían al morir en espuma marina, sin alma, sin poder alcanzar aquello que sí alcanzan los seres humanos, la inmortalidad.

    Hasta el momento la narración por parte de Disney y Andersen es parecida, pero ante las dificultades que encuentra la protagonista para vivir su amor por el príncipe podemos empezar a ver los primeros cambios de guion. Uno muy importantes es que el rey padre de la Sirenita, tiene en el cuento de Andersen un papel escaso, sin embargo, en la versión de Disney toma un papel preponderante, sobre todo al final. En el cuento de Andersen la Sirenita va a hablar con la bruja que le concede ir a la superficie como una doncella con piernas, pero con una condición, su preciosa voz. Ella, desesperada, acepta la oferta de la bruja. Al subir a la superficie busca al príncipe que la recibe en el castillo y aquí también encontramos grandes diferencias con respecto al cuento de Disney, porque si bien en el cuento de Disney Eric se muestra confuso porque ve en Ariel a ratos a aquella chica que lo salvó del mar, en el cuento de Andersen la cosa cambia, y en un pasaje el autor deja claro el sentimiento del príncipe hacia la Sirenita: “(…)Cada día aumentaba el afecto que por ella sentía el príncipe, quien la quería como se puede querer a una niña buena y cariñosa; pero nunca le había pasado por la mente la idea de hacerla reina(…)”. La Sirenita no puede decirle a él que ella es la persona que lo salvó y la que él busca, aquí Disney pone algunos obstáculos en el cuento, como en la nueva versión el personaje de Vanessa, pero en el cuento de Andersen las cosas son de otra manera. Al cabo del tiempo, la Sirenita tiene que sufrir que el príncipe busque esposa y acabe enamorándose de su prometida con la que finalmente se casa.

    En el cuento narrado por Disney como sabemos, aunque el personaje de Halle Bailey tiene dificultades, cumplirá con su final feliz, es decir, el padre, Tritón, concede por su lucha a su hija que pueda vivir entre los humanos y se case con Eric; en el texto de Andersen, sin embargo, nunca se trasgreden las normas del mito, pero la solución del autor es romántica y noble para la protagonista. Las hermanas de la Sirenita le dicen que debe clavar un cuchillo en el corazón del príncipe y que al derramar su sangre en los pies le volverá a crecer la cola como sirena. La oferta de sus hermanas es la de volver a la vida marina de nuevo, más bien revertir el hechizo de la bruja, pero la protagonista siente hacia el príncipe un amor tan verdadero que incapaz de matarlo esperará a su destino de convertirse en espuma marina al amanecer. Ese acto de amor, Andersen lo premia convirtiendo en su final a la Sirenita en una de las hijas del aire, que pueden ganarse con buenas acciones lo más ansiado, la inmortalidad.

    Como vemos, Disney en sus adaptaciones de los cuentos clásicos y populares nunca abandona su lema: “fábrica de sueños”, puesto que siempre en sus narraciones maravillosas hay un final feliz a los problemas reales de la vida que contaban los cuentos populares en su origen.

    Los cuentos y la mitología intentaban dar explicación a los sinsabores de la vida, a los hechos trágicos que tienen que acompañarnos como ser humano, es por ello que, los personajes mitológicos siempre se presentan separados del género humano, en ocasiones para aleccionarlos. No podemos negar la influencia de Disney en el imaginario popular actual, la fuerza con que presenta e incluso actualiza los cuentos o la mitología, pero esa actualización no debe pasar por una visión equivocada para el público que se refleja en esa creación de finales que poco tienen que ver con la vida.

    Los cuentos de Andersen o de los hermanos Grimm no tenían la ambición de “fabricar sueños” sino más bien tenían la necesidad de presentar problemas en ámbitos como: el amor, la vida y la muerte. La fuerza de esos tres conceptos universales es lo que continúa haciendo inmortales a esos cuentos tradicionales y a las narraciones mitológicas que todavía hoy día nos inspiran.

    Ilustración 1: Sirena o Ninfa marina, por Edward Burner Jones

    Ilustración 2: Crátera griega. British Museum(Londres)

  • «Tú, que tienes sangre minera»

    «Tú, que tienes sangre minera»

    Vecina/o de la Cuenca Minera. Tú, que tiene sangre minera, de lucha y de reivindicación en una tierra inconformista, revolucionaria y soñadora.

    Este domingo celebramos en nuestro país unas Elecciones históricas. Nos jugamos avanzar o retroceder.

    El Gobierno de España, con Pedro Sánchez al frente, es un Gobierno decente, de hombres y mujeres que dan cada día lo mejor de sí mismas para que España progrese.

    En momentos difíciles, muy difíciles, se han subido las pensiones, los salarios mínimos, las becas, las ayudas a jóvenes en el ámbito rural, transporte u ocio. Se han aprobado leyes como la de Memoria Histórica, claves para una tierra como la Cuenca.

    El pueblo que olvida su historia está condenado a revivirla. No olvidemos de dónde venimos y hacia dónde queremos ir.

    Sois muchos los que habéis luchado por lo Democracia, por la libertad y por nuestros derechos, como tener una sanidad pública que en la comarca está claramente en peligro por las políticas del PP.

    No te quedes en casa, que no te pueda la indiferencia porque tus derechos están en juego. VOTA, mucha gente luchó para que pudiéramos hacerlo.

    VOTA AVANZAR, VOTA PSOE

    María Eugenia Limón Bayo, candidata del PSOE al Senado por la provincia de Huelva

  • Opinión: Un Rocío diferente

    Opinión: Un Rocío diferente

    Sergio Espina Cortés transmite sus sensaciones sobre El Rocío 2023 en este artículo

    Y cuando quieres darte cuenta, todo ha pasado. Precisamente esa fugacidad es uno de los principios básicos de esta fe que mueve montañas, la fe por la Virgen del Rocío. Cada año son más y más fieles los que llegan a sus plantas para empaparse de ese sueño rociero y de esa marea cristiana que llega cada vez a más partes del mundo. Cada momento vivido en esas arenas se clava en el corazón y sirve de apoyo para cada momento duro que pueda vivir el peregrino hasta la siguiente la romería, para tenerla siempre presente.

    Es más que conocido el “no se puede explicar con palabras” pero cada vez me parece una verdad más real. Sobre todo este año, en el que ha sido mi primer Rocío diferente. Con la expectación que todos teníamos debido al agridulce final que aconteció en la última romería, este año se presentaba especialmente importante. Pero hay momentos en la vida en los que te das cuenta de lo que he comentado al principio, esa fugacidad, y en relación con eso, que cada momento de Rocío hay que aprovecharlo y exprimirlo al máximo. Nunca imaginé sentir como si todo lo vivido en la pandemia volviera a suceder, por que el no estar allí viviendo esos momentos con mi familia me hacía sentir que realmente no estaba ocurriendo, que eran simples vídeos y fotos de otro momento. 

    Precisamente eso me ha hecho no estar tan triste como creía poder llegarlo a estar. 

    Pero no todo es fácil de soportar, hay momentos durante la semana que han sido duros, en los que uno se replantea tantas cosas que difícilmente es capaz de concentrarse en otro asunto que no sea apenarse por no estar allí con los suyos. Y es que podrá sonar egoísta o poco agradecido puesto que hay personas que ni siquiera pueden ir a la procesión, o para quienes la romería se basa únicamente en ese día.  Pero en lo que me respecta, ha sido la primera vez en la que no he podido hacer el Rocío al completo, desde que mi madre me llevara a mi primera romería en su vientre. Desde ese momento en las semanas previas y posteriores a esa mágica semana todo giraba en torno a ella, todas las conversaciones, pero este año no. Este año he sentido las pisadas de todos los peregrinos desde lejos, he experimentado una sensación muy extraña en ciertos momentos. Con mi familia llamándome por videollamada para hacerme sentir que estaba allí con ellos, para intentar que pudiera perderme lo menos posible.

    Pero llegado el momento, toda esa sensación rara se esfumó, cuando pude llegar el domingo a la aldea fue como llegar al sitio donde debía estar, a mi sitio. El hecho de ver a mi padre casi emocionado por verme llegar, el hecho de ver a toda mi familia, hizo que rápidamente se fueran todas las preocupaciones.

    Porque además de eso, si una cosa doy gracias este año, es que he podido estar en lo más importante, he podido estar con ella. Porque hay un momento que todo almonteño aprecia más que cualquier otro. No es más que poder decir, “esto ya esta aquí” y que pocas horas después estés poniéndote las botas de seguridad y apretando bien el pañuelo al pantalón para dirigirte hacia ella.

    Llegado ese momento creo que después de eso sin duda siento el orgullo más grande que he podido experimentar en mi vida. El simple hecho de que tus familiares que no la llevan, te miren con cara agradecida e incluso muchos materialicen ese sentimiento en palabras. Precisamente como dije antes, ese momento no se puede explicar con palabras. 

    Pero sin duda alguna el momento que más me ha llenado el corazón lo suficiente para seguir hacia delante con todo lo que venga, fue un abrazo. El abrazo que mi padre, mi hermano y yo nos dimos después de trabajar todos para poner a mi sobrina en el manto de la Virgen. Porque no hay nada comparable al momento de la vida en el que tu padre te mira orgulloso sabiendo que la tradición y el futuro del Rocío está en buenas manos. Que la semilla rociera sigue en nosotros gracias a toda nuestra familia. Por qué se trata de una emoción inexplicable sentir que trabajas con ellos por llevarla, que después de tantos años viéndola de lejos, te toca por fin continuar con la tradición, y lo mejor es poder compartirlo con los tuyos. Creo que no hay una mejor forma de explicarlo que entonando la sevillana de los Marismeños, Una oración rociera: “el que me subió a sus hombros pa´ que la viera de lejo, que era chico y no podía, y él que cuando fui más grande bajo el paso me metía, agarrao´ a los varales, hombro con hombro conmigo fuimos dos hombres iguales, fuimos como dos amigos que llevan la misma sangre”

    Y todo esto pueden parecer simples palabras, pero como he repetido, es muy complicado explicarlo con la magnitud que realmente adquiere. Porque ese sentimiento en mi caso hace que cuando la tengo delante no sea capaz apenas de pedirle o rezarle más allá de la salve. Porque su grandeza me hace no poder hacer otra cosa que mirarla y dejar la mente en blanco pensando en lo guapa que está. Porque cuando tengo el honor de llevarla en mis hombros lo único que puedo hacer es pensar en dejarme cuerpo y alma para que todos los rocieros y especialmente mi familia puedan disfrutar de ella.