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  • La voz de ocho poetas de la Cuenca Minera se alza para recordar ‘El año de los tiros’
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    La voz de ocho poetas de la Cuenca Minera se alza para recordar ‘El año de los tiros’

    Llevan a cabo un recital poético virtual para conmemorar el 4 de febrero

    Distintas voces poéticas de la Cuenca Minera de Riotinto han participado este jueves en el recital virtual ‘Versos contra el olvido’ en torno a la efeméride del 4 de febrero de 1888, el ‘Año de los Tiros’, y en recuerdo de aquellos hombres y mujeres que perecieron en tales sucesos cruentos que marcaron la historia de la comarca.

    “Porque se convirtieron en una espina clavada en la médula de nuestra Cuenca Minera; porque la sangre derramada entonces no ha dejado de brotar, porque sus gritos siguen siendo nuestros gritos, porque sus cuerpos quedaron a la deriva en cualquier parte y porque sus almas siguen gritando que no los olvidemos», explica la poeta de Riotinto Rosario Santana, principal promotora de esta iniciativa.

    Junto a la riotinteña, forman parte del cartel otros siete poetas de la comarca: los nervenses Carmen Alcázar, Rosa María Fernández, Marcos Contreras y Araceli Fernández, los riotinteños Antonio Pavón y Teresa Hunt y la zalameña Marisa Domínguez, quienes se han unido en una nueva cita virtual con la poesía en la Cuenca Minera en estos tiempos de pandemia.

    Asimismo, para esta ocasión también se ha querido tener presente de alguna forma algunos poetas de la tierra que ya no están como Juan Delgado, Antonio Perejil Delay y José María Morón, cuyos textos in memoriam salpican el vídeo conjunto con las distintas intervenciones que se ha realizado y que se publicará este jueves a través de las redes sociales y de TINTO NOTICIAS -El periódico de la Cuenca Minera de Riotinto-.

  • 4 de febrero de 1888 – El año de los tiros

    4 de febrero de 1888 – El año de los tiros

    “Esta es la fecha terrible que se repite cien veces diarias y que pesa como una obsesión. Hasta los que no asistieron a ella la recuerdan con invencible temor, pues en fuerza de oírla repetir, la imaginación se la representa con todo su trágico vigor de traidora hecatombe”.

    Manuel Ciges Aparicio – Los Vencidos (1910)

                                                                     “El 4 de febrero. La Masacre” – Cuadro de Antonio Romero Alcaide

    El 4 de febrero de 1888 se produjo una de las mayores masacres ocurridas en la comarca minera de Riotinto. Según los datos oficiales murieron 13 personas; según fuentes orales fueron más de 200 personas las que perecieron.

    Eran las 4:30 de la tarde del sábado 4 de febrero de 1888. Tan solo habían pasado 15 años desde que la Riotinto Company Limited comprara en 1873 las minas de Riotinto al estado español. Unas 12.000 personas se manifestaron a las puertas del ayuntamiento del antiguo pueblo de Riotinto para pedir, entre otras cosas, la supresión de las teleras, que desprendían a la atmósfera un venenoso e irrespirable humo sulfuroso. El Regimiento de Pavía, sin saber hoy en día cómo ocurrió, empezó a disparar contra la muchedumbre y el resultado fue desastroso. Esta fecha es conocida como “El Año de los Tiros”, “El Año de los Humos” o “La Matanza del 88” como se le conocía a principios del siglo XX.

    Este sistema para beneficiar los minerales se definía como Cementación Artificial o Calcinaciones al aire libre. Se conoce en las minas desde Lieberto Wolters en 1725, pero en 1839, en la segunda etapa del arrendamiento del Marqués de Remisa, el ingeniero de minas Ignacio de Goyanes es cuando lo pone en práctica sistemáticamente, cambiando los hornos cónicos por la forma prismática actual.

                                                                                                                           Teleras

    El método consistía en colocar varias toneladas de mineral, que en algunos casos podían ser 300 ó 400 tm, formando grandes montones, pirámides o teleras, llamadas así por la forma cónica parecida al pan del mismo nombre y de uso común en la cuenca. Se colocaban sobre una base de ramajes como jaras y brezos, así como leña de encina y pino. Se prendía fuego y ardían ininterrumpidamente entre 6 y 12 meses, desprendiendo, por su combustión, el azufre que contenían. Estos gases sulfurosos podían llegar a alcanzar las 600 toneladas diarias. Si los minerales no se habían calcinado bien, podían sufrir una segunda combustión e incluso una tercera.

    Con ello se obtenía el cobre puro en las inmediaciones de la mina, pesaba setenta veces menos que la pirita y podía transportarse más fácilmente, abaratando de esta forma sus costes.

    El procedimiento, sin embargo, tenía el inconveniente de lanzar unas emanaciones al aire que provocaban molestias digestivas, respiratorias, conjuntivitis en los ojos, malestar general, etc. Este sistema utilizado por el Marqués de Remisa, que tuvo arrendada las minas desde 1829 hasta 1849, había sido utilizada en tan poca cantidad que no se percibieron los problemas ni para la agricultura ni para la salud, aunque sí provocó una acentuada desforestación de los montes de la zona, tanto de ramajes, jara, jaguarzos, brezo, como de arboleda, encina, pino, alcornoques etc. De hecho, se le acusó de expoliador y se le rescindió el contrato de arrendamiento.

                                                                                                   La Manta – Al fondo Nerva

    Una de las primeras protestas que se realizaron se produjo en el vecino pueblo de Calañas en 1876, llegando años después, en 1886, el Ayuntamiento a prohibir aquellas actividades que pudieran ir contra la salud de los vecinos o contra las riquezas naturales; aunque la potestad final la tenía el Gobernador de la provincia, el cual derogó el mandato municipal. De esta forma, el Gobierno de la nación envío a la cuenca minera unas visitas formadas por comisiones mixtas de médicos, geólogos, ingenieros, etc. para que evaluaran los daños producidos por las teleras. El resultado de la comisión fue que reconocía el empobrecimiento del suelo y la escasa vegetación pero debido todo ello a la condición natural del terreno. Esta comisión encontró argumentos para declarar las Teleras “de Utilidad Pública”, esgrimiendo que no eran perjudiciales para la salud, ya que en esa época se había puesto de moda ir a los balnearios a bañarse en aguas sulfuradas y si se podía respirar azufre, tendría que ser beneficioso para la salud. Con este argumento tan simple y erróneo olvidaban el resto de los elementos que componían los Humos de las Teleras: gases amoniacales, antimoniales y arsenicales.

    Campo de teleras

    Cuando en 1873 la Rio Tinto Company Limited adquirió las minas al Estado Español, empezó a incrementar la superficie de la calcinación de mineral hasta proporciones desmesuradas y las molestias para la salud y el medio ambiente se incrementaron, llegando los humos a extenderse no solo a los cuatro pueblos de la cuenca minera, Riotinto, Nerva, El Campillo y Zalamea, sino también a Almonaster, Calañas o El castillo de las Guardas y Aznalcóllar, en la provincia de Sevilla. Los destrozos en la agricultura y la vegetación eran más que evidentes y la Compañía tuvo que indemnizar a los afectados por las pérdidas ocasionadas, llegando a indemnizar hasta unos 1600 propietarios al año. La última compensación se pagó en 1919.

     

                                                                                                           Riotinto pueblo 1882

    Para corregir esos perjuicios económicos que ocasionaba a la empresa minera, delimitó el término de acción de los humos en 777 km2 y empezó a comprar las tierras de los alrededores y a realizar expropiaciones para no tener que pagar tantas indemnizaciones. Hoy día aún se puede observar las amplias extensiones de tierras a las que llegaron las posesiones de la RTC en la comarca.

    La respuesta de los vecinos no se hizo esperar y en 1876 se creó la Liga Antihumista, formada como unión de propietarios agrícolas, grandes y pequeños para reclamar el final de los humos que les perjudicaba por la pérdida de las cosechas, desertización del suelo, pobreza forestal y de la agricultura en general .

    Desde mediados de 1887 se había alcanzado el punto máximo de extensión de las teleras, que se extendía desde Riotinto hasta Planes en Nerva. Se calculó que entre los dos campos de Teleras nº 1 y nº 2 sobrepasaban los veinte millones de toneladas de piritas allí acumuladas.

    Durante el mes de diciembre de 1887 había llovido en exceso y los obreros tuvieron que realizar muchos trabajos de reparaciones que exigieron considerables horas extras, las cuales no habían cobrado el mes siguiente. Durante todo el mes de enero de 1888 la situación se extremó en la mina y el miércoles 1 de febrero de 1888 unos 4.000 obreros de la mina se convocaron en huelga; el día 2 se extendió por todos los departamentos y el día 3 de febrero la huelga era general en toda la cuenca minera.

     

     

     

     

     

     

     

    El alcalde de Riotinto, Manuel Mora, alarmado por el anuncio del paro general, solicitó más efectivos de la guardia civil para contrarrestar la protesta, que por aquellas fechas no sobrepasaba la docena de hombres. Su llamada no se hizo esperar y desde Alosno y Calañas enviaron a medio centenar de efectivos a caballo.

    El escrito de los trabajadores enviado a la Compañía reivindicaba la prohibición de las calcinaciones de mineral, pero también reclamaban unas mejoras laborales y económicas:

    • Supresión de la peseta facultativa, que era el precio semanal por la atención médica de la Compañía.
    • Prohibición de contratos en los trabajos de las minas, ya que la RTLC contrataba mensualmente porque el terreno se presentaba muy variable en riqueza y en dureza.
    • Reducción de la jornada laboral de 12 horas a 9 horas.
    • Relevo del jefe del departamento de contratos
    • Supresión de las multas, por falta de puntualidad, extravío de libro de anotaciones, etc.
    • Supresión del descuento del jornal por los “días de manta”, ya que los días en que los humos eran tan densos y no se podía ver ni siquiera en dos metros, el jornal del día (entre 15 y 21 reales) se reducía a la mitad.

    El escrito estaba firmado por Maximiliano Tornet, líder anarcosindicalista. Llegado desde Cuba apareció por las minas en 1883. Estuvo contratado en los hornos de refino, hasta que, debido a los gases que emanaban los hornos, tuvo unas hemorragias por la boca y lo enviaron a los hornos de fundición realizando los trabajos de cronometrador. Después sería despedido y enviado a la cárcel de Valverde por repartir y vender propaganda revolucionaria entre los trabajadores. A los dos meses estaba en la calle y aunque no lo volvieron a contratar en la mina, continuó repartiendo propaganda sindicalista entre los trabajadores y los vecinos de Riotinto.

                                                                                                       Maximiliano Tornet

    La situación entre obreros y agricultores era muy tensa durante esos días de enero y principios de febrero y fue entonces cuando los líderes agrícolas y líderes obreros se unieron concretando sus esfuerzos a través de una gran manifestación para ir el día 4 de febrero a reclamar al Ayuntamiento de Riotinto sus peticiones.

    Por la mañana del sábado 4 de febrero de 1888 parten dos manifestaciones de distintos lugares. Una, agrícola, desde Zalamea la Real encabezada por el alcalde José González, por el presidente de la liga antihumista y yerno del anterior, José María Ordóñez Rincón y por el terrateniente José Lorenzo, entre otros. La banda de música de Zalamea se unió a la manifestación para amenizar el recorrido. Al llegar a El Campillo se incorporaron más personas a la manifestación, mujeres y niños y personas de más edad, todo ello como prueba del carácter pacífico de la misma.

                                                                                                José González, Alcalde de Zalamea

    La otra manifestación, minera, partió desde Nerva e iba encabezada por Maximiliano Tornet y a la que se unieron las personas de Naya y del Alto de la Mesa.

    Sobre las 13:30 horas ambas columnas confluyen en la entrada del pueblo de Riotinto, que según fuentes de la época se componían entre 12.000 y 14.000 personas. Los manifestantes, de carácter pacífico y alegre, con la banda de música a la cabeza, se dirigieron a la Plaza de la Constitución, frente al Ayuntamiento, y a sus calles adyacentes sobre las 14 horas; habían tomado la jornada como un día festivo, donde mineros, pero también mujeres, niños y personas de avanzada edad se habían unido para hacer realidad unas peticiones que llevaban tiempo reclamando. Los lemas escritos en esta manifestación de alegría eran ¡Abajo los humos!, ¡Viva la agricultura!, ¡Viva el orden público! ¡Solo queremos justicia!.

    Los mineros y agricultores esperanzados por este apoyo multitudinario pensaban que podían conseguir sus peticiones ante la corporación municipal y ante la dirección de la RTCL y se crea una comisión en representación de sus intereses que sube a la primera planta del edificio donde estaba el Ayuntamiento de Riotinto para solicitar a su alcalde Manuel Mora que reuniera a su corporación en sesión extraordinaria. Este último había intentado que William Rich, director de las minas desde hacía apenas unos días, prometiera alguna mejora, pero no pudo hacer nada hasta consultar con la dirección de la compañía en Londres.

                                                                                                                    William Rich

    Durante la mañana de ese día, el Gobernador Civil de la provincia, Agustín Bravo y Joven, se traslada en tren desde Huelva hasta Riotinto, acompañado de dos compañías del Regimiento militar de Pavía, estando bajo su mando el Teniente Coronel Ulpiano Sánchez.

    Tal era el ambiente alegre e festivo entre los manifestantes, que cuando vieron entrar en la Plaza de la Constitución a los soldados del Regimiento, fueron recibidos con “vivas”, aclamaciones y aplausos y les hicieron un pasillo para que pudieran acceder sin dificultades hasta el Ayuntamiento.

    El Gobernador Civil y el Teniente Coronel subieron de inmediato al edificio y reciben a la comisión de manifestantes y a la corporación municipal. El gobernador, adoptando una actitud intransigente y de fuerza, advierte que el Ayuntamiento no podía tomar el acuerdo de suprimir las calcinaciones y que si lo hacía, él lo anularía de inmediato, como ya lo había hecho en el vecino pueblo de Alosno. Poco después los representantes de los terratenientes de Zalamea abandonan el edificio y regresan a su pueblo.

    De manera taxativa y amenazante, el Gobernador se asomó a la plaza por el balcón del ayuntamiento a pedir a los manifestantes que se disolvieran y se marcharan, a la vez que el Teniente Coronel daba la orden de despejar la plaza a la Guardia Civil.

    En ese momento, según testimonios orales, dicen que hubo alguien en la acera izquierda de la plaza que pronunció unas palabras confusas y que fueron interpretadas como “nosotros también tenemos armas” y otros que la palabra dicha era “almas”. El caso es que, la caballería se retiró de la plaza y sin dar tiempo a entender lo que ocurría, la tropa del Regimiento de Pavía sobre las 16:30 horas del sábado 4 de febrero de 1888, ante una voz que se oyó de ¡fuego!, se echaron los fusiles a la cara y empezaron a disparar de manera indiscriminada contra los miles de manifestantes allí congregados.

    Entre uno y tres minutos, según versiones, duraron las tres cargas explosivas, a la que siguió una carga de fusil a bayoneta calada, por si alguien continuaba con vida, como una mujer que cayó herida grave de un bayonetazo en la pierna, huyendo por la espalda. Se asegura que la guardia civil disparó al aire y que en algunos casos se interpuso entre los soldados y los manifestantes para evitar mayor derramamiento de sangre.

    Al momento la plaza quedó sembrada la plaza de cadáveres,  de sangre, de objetos abandonados, de heridos que se arrastraban para salvarse y la multitud huyó despavorida tratando de encontrar una salida por las calles aledañas, por  la calle Sanz, la calle Wert, la calle Ezquerra, la calle Teas, pisando a los que caían al suelo y arrasando todo lo que encontraban a su paso, como los bancos de mampostería y hierro que quedaron arrancados como si hubiera pasado un huracán, dejando tras de sí una estela de muerte y desolación. Desde luego que la desproporcionada carga de pólvora y la posterior a bayoneta calada, prueba la exagerada violencia del ataque de los soldados en disolver a los allí congregados.

                                                                                                               Calle Ezquerra

    La plaza de la Constitución quedó custodiada prohibiéndose asomarse a puertas y ventanas. Algunos manifestantes encontraron refugio en casa de familiares o amigos de Riotinto, los demás regresaron a sus pueblos de manera desordenada o a campo a través por miedo a ser detenidos.

    En el Alto de la Mesa, vivía en una modesta casa un matrimonio con un hijo, no habiéndose vuelto a abrir las puertas de aquella casa durante unos días; una vecina acudió al juez denunciándoselo; se abre la casa y se encuentran los tristes preparativos de la modesta comida de aquella pobre familia, sin que se sepa todavía que fue del matrimonio ni que fue del hijo.

    Maximiliano Tornet aprovechando los primeros momentos de desconcierto abandonó el ayuntamiento y huyó de Riotinto. Fue buscado por las autoridades y hay testimonios que aseguraban haberlo visto por Zalamea. Nunca dieron con él. En 2014, uno de sus nietos llamado Belisario Torné(t) (el apellido ha perdido la “t” final) declaró que tras la huelga de 1888, su abuelo se marchó de Huelva con su bebé de tan sólo un año y su esposa María, de 18, a la ciudad argentina de Paraná.

    Al cabo de quince minutos el suelo de la plaza quedó sembrado de muertos y heridos y donde solo los gemidos de dolor se oían entre los pasos de los soldados. El parte oficial reconoció 13 muertos y 43 heridos, y como anécdota, la causa de la muerte anotada en el Registro Civil de Riotinto se diagnostica como “hemorragia interna” y no como “herida de bala” o “herida de arma blanca” como estaba recogida en otras ocasiones provocadas por reyertas que se daban frecuentemente en la mina.

    La tradición popular en la cuenca minera, transmitida de padres a hijos, afirma que los muertos fueron más de 200. En Zalamea siempre se dijo que la mayor parte de los componentes de la banda de música cayeron en aquella plaza.

    Nunca se supo quién dio la orden de disparar, como nunca se supo donde se enterraron a los muertos. Hubo quien asegura que entre el Gobernador Civil, Agustín Bravo y Joven y el Teniente Coronel, Ulpiano Sánchez, hubo un complot para ordenar la carga de los soldados: el Gobernador se quitó el sombrero y con un pañuelo blanco se limpió el sudor de la frente. Por estos hechos, la tropa de la compañía fue arrestada en el cuartel y durante varios años los nuevos reemplazos se encontraron con un arresto del que ni siquiera habían hablado de él.

    Se investigó la actuación del Gobernador Civil pero quedó libre de culpa, siendo sustituido y trasladado en el cargo. Hoy día no hay vestigios de él en el Archivo del Tribunal Supremo de Madrid. Es como si Agustín Bravo y Joven no hubiera existido.

                                                                                                                 Calle Elhuyar

    Al lunes siguiente, 6 de febrero, todos los trabajadores acudieron a sus puestos de trabajo como si nada hubiera pasado; en todos los departamentos corría un silencio sepulcral; no se hablaba de la matanza por temor a ser despedidos. La matanza del 88 como se decía en esos años. La todopoderosa volvía a ganar.

    Los hechos tuvieron tal trascendencia política que llegó a las Cortes de la Nación y les dedicaron varias sesiones a fin de dilucidar lo ocurrido. Hubo también muchos periódicos a favor de la compañía como “La Provincia” y “El Globo” y otros diarios a favor de la Liga Antihumista como “El Socialista” o “La Coalición Republicana” cuyo periodista José Nogales se preocupó por esclarecer los hechos dando unas versiones diferentes. El diputado liberal, Juan Talero, aunque no se significó en los debates parlamentarios, si trabajó cerca del gobierno para abriendo puertas a la comisión antihumista e incluso favoreciendo el decreto de prohibición. En Zalamea la Real, se le dedicó a su persona un monumento en una céntrica plaza del pueblo, aunque él no pudo verla ya que falleció años antes.

                                                                                                      Talero (Foto Antonio Conejo)

    Uno de los parlamentarios que interpeló duramente al gobierno fue el diputado conservador Francisco Romero Robledo; sus intervenciones son sumamente interesantes y nada despreciables. El magnífico cuadro pintado por el artista nervense Antonio Romero Alcaide refleja con todo detalle los hechos ocurridos ese día y recogidos en los Diarios de Sesiones de las Cortes de España: el cura con las manos levantadas aclamando para que detengan el fuego, la mujer con su niño pequeño de 16 meses, niños y niñas atemorizadas, le gente huyendo despavoridas, el terror de ese momento…

                                                                                                      Francisco Romero Robledo

    La presión mediática y política consiguió que el 29 de febrero de 1888, José Luis Albareda, Ministro de Gobernación, publicara un Decreto prohibiendo las calcinaciones al aire libre. Pero la Compañía contraatacó con una estrategia sencilla y rápida, empezando a reducir plantilla, despidiendo obreros y prohibiendo utilizar el ferrocarril para ir a Huelva. De esta manera tras enviar de nuevo el gobierno a unos expertos para informar sobre la salubridad o no el sistema de beneficio, en 1890 se derogó el Decreto de prohibición de las calcinaciones, siendo Presidente del Gobierno Antonio Cánovas del Castillo. Cánovas era buen amigo del Presidente de la RTCL, Hugh Matheson, como diría su esposa en sus memorias, cuando en 1897 asesinaron a Cánovas “his friend”, y esta amistad pudo favorecer la derogación de esta disposición de prohibición.

                                                                                                            Hugh Matheson

    Por todos estos sucesos desconocemos cuál fue la reacción de Hugh Mackay Matheson al enterarse de lo ocurrido en su añorada mina, ya que era un hombre tremendamente religioso y comprometido con los valores de la persona y de los obreros. En sus memorias publicada por su esposa en 1899 no hizo ninguna referencia a estos hechos.

    Aquel fatídico sábado, 4 de febrero de 1888, la todopoderosa RTCL había vuelto a ganar y lo hizo por 19 años más, pues hasta 1907 no se apagó la última de las teleras y no porque quisiera disminuir la contaminación, las enfermedades, los problemas de salud o medioambientales, sino porque apareció un nuevo sistema por oxidación y lixiviación del mineral que sustituía la calcinación del mineral al aire libre que era menos contaminante y más rentable y por tanto le reportaba un mayor beneficio a la Compañía.

                                                                           JCD – Juan Carlos Domínguez Vázquez

     

    Bibliografía.

    • https://dialogosenlacallesanz.blogspot.com/
    • “120 Aniversario del Año de los Tiros. 4 de febrero de 1888-2008. “Las Teleras” – Conflictos Sociales, Causas y Consecuencias”. Centro de Arte Moderno y Contemporáneo Daniel Vázquez Díaz de Nerva (Huelva), 2008
    • Mª Dolores Ferrero Blanco – “Capitalismo minero y resistencia rural en el suroeste andaluz. Rio Tinto, 1873-1900” – Universidad de Huelva, 1999
    • 130 Aniversario. 4 de febrero de 1888. Año de los Tiros” – Cistus Jara. Zalamea la Real, 2018
    • Alfredo Moreno Bolaños – “Génesis del Anarquismo en Minas de Río Tinto. Maximiliano Tornet como paradigma y su papel en el año de los tiros”. Editorial Círculo Rojo, 2016
    • Diario de Sesiones de las Cortes – Congreso de los Diputados – Sesión del Viernes 17 De Febrero de 1888
    • https://huelvabuenasnoticias.com/2014/
    • Manuel Ciges Aparicio – “Los Vencidos” – Librería de los sucesores de Hernando – Madrid, 1910
  • Se cumplen 133 años de la masacre de Riotinto

    Se cumplen 133 años de la masacre de Riotinto

    La Cuenca Minera conmemora este 4 de febrero el aniversario del Año de los Tiros

    La Cuenca Minera de Riotinto conmemora este jueves un nuevo 4 de febrero, una fecha que dejó de ser un día normal en toda la comarca desde hace justo ahora 133 años, desde aquel fatídico 4 de febrero de 1888, cuando decenas de personas fueron acribilladas en la Plaza de la Constitución del antiguo pueblo de Riotinto.

    El Regimiento de Pavía arremetió a tiros contra la multitud que se concentraba en la plaza, a donde habían llegado cientos de mineros, campesinos, mujeres y niños de toda la Cuenca Minera para reclamar una serie de mejoras sociales y laborales a la Riotinto Company Limited, la empresa británica que por entonces explotaba los legendarios yacimientos mineros de Riotinto.

    Han pasado 133 años desde entonces y aún no se sabe cuantas personas fueron asesinadas en aquella plaza ni dónde se enterraron sus cuerpos, pero los hombres y mujeres de la época nunca olvidaron aquel trágico suceso, al que siempre se referían como el ‘Año de los Tiros’, una denominación que pasó de generación en generación y que hoy da nombre a una de las fechas más señaladas en toda la comarca.

  • Alumnos del Virgen del Rosario aprenden sobre ‘El año de los tiros’

    Alumnos del Virgen del Rosario aprenden sobre ‘El año de los tiros’

    Este 4 de febrero se cumple el 133 aniversario

     
    Con otro 4 de febrero a la vuelta de la esquina, este miércoles miembros del equipo de Gobierno entre los que se encontraba la alcaldesa de Minas de Riotinto, Rocío Díaz, han visitado a los alumnos y alumnas del sexto curso de Primaria del CEIP ‘Virgen del Rosario’ de nuestro municipio.
     
    Se cumple ya el 133 aniversario de ‘El año de los tiros’, cuando se derramó la sangre de muchos mineros en las protestas laborales que se llevaron a cabo ese día. «Misma sangre con la que queremos defender la historia y el legado de nuestra tierra» han indicado desde el consistorio.
     
    Los alumnos han lanzado sus preguntas y han resuelto sus dudas acerca de lo que sucedió en esta marcha protesta. «Aunque aún resuenen aquellos disparos, más fuerte suena el orgullo de resguardar y recordar lo nuestro» han indicado desde el consistorio riotinteño.
  • Ocho poetas de la Cuenca Minera unirán sus voces en recuerdo del Año de los Tiros

    Ocho poetas de la Cuenca Minera unirán sus voces en recuerdo del Año de los Tiros

    Llevarán a cabo un recital poético virtual para conmemorar el 4 de febrero

    Distintas voces poéticas de la Cuenca Minera de Riotinto participarán este jueves en el recital virtual ‘Versos contra el olvido’ en torno a la efeméride del 4 de febrero de 1888, el ‘Año de los Tiros’, y en recuerdo de aquellos hombres y mujeres que perecieron en tales sucesos cruentos que marcaron la historia de la comarca.

    “Porque se convirtieron en una espina clavada en la médula de nuestra Cuenca Minera; porque la sangre derramada entonces no ha dejado de brotar, porque sus gritos siguen siendo nuestros gritos, porque sus cuerpos quedaron a la deriva en cualquier parte y porque sus almas siguen gritando que no los olvidemos», explica la poeta de Riotinto Rosario Santana, principal promotora de esta iniciativa.

    Junto a la riotinteña, forman parte del cartel otros siete poetas de la comarca: los nervenses Carmen Alcázar, Rosa María Fernández, Marcos Contreras y Araceli Fernández, los riotinteños Antonio Pavón y Teresa Hunt y la zalameña Marisa Domínguez, quienes se unirán en una nueva cita virtual con la poesía en la Cuenca Minera en estos tiempos de pandemia.

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    Asimismo, para esta ocasión también se ha querido tener presente de alguna forma algunos poetas de la tierra que ya no están como Juan Delgado, Antonio Perejil Delay y José María Morón, cuyos textos in memoriam salpican el vídeo conjunto con las distintas intervenciones que se ha realizado y que se publicará este jueves a trevés de las redes sociales y de TINTO NOTICIAS -El periódico de la Cuenca Minera de Riotinto-.

  • El nuevo ‘corazón de la tierra’ se presenta el 19 de junio

    El nuevo ‘corazón de la tierra’ se presenta el 19 de junio

    El autor de la novela, ampliada en esta edición, Juan Cobos Wilkins, estará acompañado por Rocío Márquez

    La nueva edición de ‘El Corazón de la Tierra’, la famosa novela del escritor riotinteño Juan Cobos Wilkins que aborda los hechos acaecidos en el antiguo pueblo de Minas de Riotinto durante el Año de los Tiros, será presentada el viernes 19 de junio.

    La cita es a las 21.00 horas en el centro ‘Harina de otro costal’ de Trigueros, donde Cobos Wilkins estará acompañado por la cantaora onubense Rocío Márquez. La entrada es libre con reserva.

    Publicada por la editorial La Isla de Siltolá, esta nueva edición, tal y como ya informó TINTO NOTICIAS, llega con “importantes novedades”, como un prólogo con la “detallada” gestación del libro y un epílogo con “reveladora y sorprendente entrevista” que el autor realiza a la protagonista de la historia, Blanca Bosco.

    ‘El Corazón de la Tierra’, seguida por millares de lectores, continuamente reeditada y transcrita al braille, fue una obra clave para dar a conocer al mundo los hechos del Año de los Tiros, hasta el punto de que la novela fue llevada al cine de la mano del director onubense Antonio Cuadri.

    La película, además, estuvo nominada a los Premios Goya y fue elegida Mejor Película en el Festival de Cine de Miami, que premió un film en el que se recuerda un episodio clave de la etapa contemporánea onubense: la huelga del ‘Año de los Tiros’ y las relaciones creadas en la Cuenca Minera entre los trabajadores de las minas y la Riotinto Company Limited, S.A.

    Blanca Bosco, una niña de 9 años, y su inseparable amiga inglesa Kathleen, sobrina del director británico de la compañía, son testigos de las miserables condiciones de vida de los trabajadores, entre los que abundan niños, y de la terrible contaminación atmosférica y la lluvia ácida que asola toda la comarca. Cosechas, ganado, árboles, ríos, pero sobre todo la población, desde Sevilla hasta el sur de Portugal, sufren la agresión de los humos tóxicos.

  • El Año de los Tiros o la Huelga Grande de Tarapacá

    El Año de los Tiros o la Huelga Grande de Tarapacá

    Dicen que las penas, compartidas, son menos penas. Pero yo no estoy de acuerdo con esto. Porque hay penas, dolores e injusticias que resulta imposible hacerlas más pequeñas; por más tiempo que pase y por más que se compartan. Más bien se hacen más grandes, más injustas y dolorosas cuando descubres que se repiten. Al fin y al cabo, cada uno tiene sus penas, aunque a veces parezcan las mismas.

    Hoy es cuatro de febrero, pero también podría ser 21 de diciembre, y escribiría lo mismo o algo parecido. Una fecha marcada con sangre dentro de todo el que conoce parte de la historia reciente de la provincia de Huelva y, concretamente, de las Minas de Riotinto (o de Iquique, si fuera 21 de diciembre).

    En un rincón de la provincia de Huelva, hace 132 años…

    Tal día como hoy, el 4 de febrero de 1888, los soldados del Regimiento de Pavía, bajo el mando del teniente coronel, Ulpiano Sánchez, disparaban a quemarropa contra una muchedumbre que se reunió pacíficamente frente al Ayuntamiento del antiguo pueblo de Riotinto para reclamar mejoras en sus precarias condiciones de trabajo. Las balas no distinguieron a hombres de mujeres ni de niños y, tras los disparos, todo se llenó de un silencio que aún perdura. Un silencio eterno que no ayuda a que la herida cicatrice.

    Sin duda alguna, será difícil que vuelva a sufrir tanto delante de un folio en blanco, como cuando me tocó escribir los pasajes de “Tierra de Cobre y Sangre” que se referían a estos episodios. Con estas palabras, vuelvo a solidarizarme con la historia de un pueblo y su gente, y a gritar parte de su silencio para que lo sucedido no quede en el olvido. Una forma de compartir su dolor y su pena, sin que con ello mengüen.

    En medio del desierto de Atacama, casi veinte años después de aquello…

    Algo similar sucedió en Iquique, en Chile, a más de nueve mil kilómetros de distancia de estas tierras, en fechas muy próximas, con protagonistas casi idénticos y un desenlace igual de trágico y funesto. Una historia tan parecida como macabra.

    Iquique es una ciudad costera de chile, al oeste del desierto de Atacama, una tierra inhóspita en medio de la nada que, como ocurría con Riotinto, tenía un tesoro en sus entrañas. Y si el cobre era el tesoro que guardaban las tierras de Riotinto; en Iquique, lo era el salitre, el llamado oro blanco, que no era otra cosa que una mezcla de nitratos de sodio y potasio, productos muy cotizados en la elaboración de fertilizantes y en la fabricación de explosivos (tan cotizado como las piritas sulfurosas de Riotinto).

    Paisaje de la oficina Tricolor en el desierto de Atacama

    El gobierno chileno dejó la explotación de este recurso en manos extranjeras, mayoritariamente inglesas. “Humberstone” y “Santa Laura”, en la Región de Tarapacá, vinieron a ser algo parecido a lo que fue la Riotinto Company Limited en la provincia de Huelva. Y John Thomas North, conocido como “el Rey del Salitre”, vendría a ser una mezcla de nuestro Mr. Browning (el “Rey de Huelva”) y Hugh Matheson. Amparados por el gobierno chileno y ayudados de mano de obra barata, las empresas se enriquecieron rápidamente (lo mismo ocurrió en Riotinto). Iquique se convirtió en el principal puerto de salida del oro blanco que tanta demanda tenía en Europa. Y esta ciudad fue conectada con los principales centros de explotación gracias al ferrocarril (algo así como la Huelva de Chile)

    A la llamada del salitre y huyendo de la pobreza, hasta el norte de Chile llegaron trabajadores de todo el país, también de Bolivia, Perú y Argentina (algo similar ocurrió en Riotinto, aunque aquí, la llamada fue desde el sur).

    En el desierto más inhóspito del mundo, se crearon las llamadas oficinas salitreras. Centros de explotación del salitre que se convirtieron en enclaves aislados y casi autosuficientes y que reunían la administración, las viviendas de los trabajadores, pulperías (que venían a ser algo parecido al economato de Riotinto, comercios en manos de los mismos dueños de las oficinas salitreras), iglesias, escuelas y centros de entretenimiento. Evidentemente, los dirigentes de las oficinas salitreras vivían en unas condiciones que nada tenían que ver con las condiciones que tenían que sufrir los obreros. Por lo general, vivían en barrios aislados, caracterizados por la arquitectura de estilo clásico de ultramar britanico (algo así como el barrio de Bellavista en Riotinto). La oficina salitrera contaba con guardia policial privada (los guardiñas de allí) para controlar las trifulcas y altercados que eran típicos en núcleos donde se hacinaban miles de personas venidos de todas partes (también eso ocurría en Riotinto).

    Las condiciones de trabajo en las explotaciones eran inhumanas (en Iqueque y en Riotinto), a los trabajadores no se les pagaba un sueldo en metálico, sino en fichas que solamente podían emplear en las pulperías y los centros de venta que también eran propiedad de la empresa que estaba al frente de la oficina salitrera (algo como aquellos vales que se usaban en estas tierras). Entre 1902 y 1906 hubo casi 200 conatos de huelga apoyados por un sindicalismo que cada vez tomaba más fuerza (impulsado por sus respectivos “Maximilianos Tornets” chilenos).

    La “Huelga grande de Tarapacá” (y su dramático parecido a nuestro “Año de los tiros”)

    El día 15 de diciembre de 1907, más de 2.000 obreros llegaron hasta Iquique (nuestro “Riotinto Chileno”) para reclamar mejoras en sus condiciones laborales (de alguna forma, algo parecido a lo que se pedía en nuestro cuatro de febrero de 1888). Los huelguistas fueron conducidos por el ejército hasta una escuela con la excusa de garantizar el orden público. La mañana del día 16, algunos representantes de los trabajadores, fueron escoltados por el ejército para presentar sus peticiones al intendente Carlos Eastman (el equivalente a nuestro gobernador civil, Agustín Bravo y Joven) y al general Roberto Silva (el “Ulpiano Sánchez” de allí).

    No hubo acuerdo (aquí tampoco) y las negociaciones se repitieron sin resultado satisfactorio para ninguna de las partes (igual que en Riotinto). Conforme pasaban los días, iban llegando más obreros salitreros a la ciudad. El 19 de diciembre había entre diez y doce mil trabajadores en Iquique (un número similar de manifestantes acudió a la multitudinaria manifestación que terminaría trágicamente en Riotinto, aquel fatídico 4 de febrero de 1888)

    Varios días después, el intendente se reunión con los representantes salitreros para poner fin a la llamada “Huelga Grande”, dispuesto, incluso a pagar la mitad de los aumentos de salarios que pedían los obreros (aquí, que yo sepa, los poderes públicos no se “mojaron” tanto). Pero los empresarios argumentaron que no era un asunto de dinero, sino de moralidad y respeto, y que si cedían a la presión de los huelguistas, perderían autoridad en las oficinas salitreras (más de lo mismo).

    Y nombraron a un representante de los empresarios y a uno de los trabajadores (el Maximiliano Tornet de allí), y hubo más negociaciones, pero no hubo acuerdo (en ningún sitio). Y los empresarios cedían lo mínimo, y los trabajadores decidieron mantener el movimiento hasta que sus peticiones fueran atendidas, evitando cualquier acto violento (desconozco si también allí había una banda de música, como en la plaza de Riotinto).

    A las 14h. del 21 de diciembre, el intendente informó al Presidente de la República que utilizaría medidas de fuerza, tras agotar todas las posibilidades de negociación (En Riotinto, que yo sepa, nadie informó de nada, y todo sucedió bajo la “supervisión” de Agustín Bravo y Joven, el Gobernado Civil), considerando que aquellos mineros suponían un riesgo de seguridad pública.

    Movilizó a sus tropas y ordenó a los oficiales que desalojaran a los trabajadores que estaban en la Escuela Santa María (el equivalente a la plaza del Ayuntamiento de Riotinto). Los mineros se negaron a irse y el general Silva Renard (el “Ulpiano Sánchez” chileno), amenazó con disparar si no lo hacían.

    A las 15:45h. (a las 16;30h. ocurrió en Riotinto, casi dos décadas antes) tuvo lugar la primera descarga. En principio, tendrían que haber disparado a la azotea, pero los soldados dispararon hacia la puerta de la escuela arguyendo que se habían producido tiros desde el interior (la misma excusa argumentaron los soldados que dispararon a quemarropa contra los manifestantes en la plaza de Riotinto).

    No se tiene certeza de cuantas personas murieron durante esa jornada (ni en Iquique, ni en Riotinto). Los datos oficiales señalaban a 30 trabajadores muertos (en Riotinto, oficialmente fueron “solo” 12). Aunque se especula que, en realidad, unos 1.500 mineros perdieron la vida en Iquique (más de 200, se dice que fueron asesinados en Riotinto). En cualquier caso, una sola muerte ya era demasiado (en los dos sitios).

    Las autoridades chilenas, algún tiempo después, elevaron hasta 126 el número de víctimas (En Riotinto los mantuvieron en 12, pero muchas casas de la cuenca minera permanecieron cerradas tras lo ocurrido) Los documentos redactados por la autoridades señalaron a los obreros como los responsables de lo ocurrido (también en Riotinto).

    Esto ocurrió un 21 de diciembre de 1907 en Iquique, una ciudad de Chile o, tal vez, un 4 de febrero de 1888 en la Cuenca Minera de Riotinto, un día como hoy de hace 132 años.

    Dice un proverbio que “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”. Esta vez, “la misma piedra” estaba a más de 9.000 kilómetros de distancia…

  • Se cumplen 132 años de la masacre de Riotinto

    Se cumplen 132 años de la masacre de Riotinto

    La localidad conmemora este 4 de febrero el aniversario del Año de los Tiros

    La Cuenca Minera conmemora este martes un nuevo 4 de febrero, una fecha que dejó de ser un día normal en toda la comarca desde hace justo ahora 132 años, desde aquel fatídico 4 de febrero de 1888, cuando decenas de personas fueron acribilladas en la Plaza de la Constitución del antiguo pueblo de Riotinto.

    El Regimiento de Pavía arremetió a tiros contra la multitud que se concentraba en la plaza, a donde habían llegado cientos de mineros, campesinos, mujeres y niños de toda la Cuenca Minera para reclamar una serie de mejoras sociales y laborales a la Riotinto Company Limited, la empresa británica que por entonces explotaba los legendarios yacimientos mineros de Riotinto.

    Han pasado 132 años desde entonces y aún no se sabe cuantas personas fueron asesinadas en aquella plaza ni donde se enterraron sus cuerpos, pero los hombres y mujeres de la época nunca olvidaron aquel trágico suceso, al que siempre se referían como el ‘Año de los Tiros’, una denominación que pasó de generación en generación y que hoy da nombre a una de las fechas más señaladas en toda la comarca.

    Con el objetivo de recordar a las víctimas de aquella masacre, el Ayuntamiento de Minas de Riotinto ha organizado un año más, para este 4 de febrero, una amplia programación, en la que destaca la lectura de un manifiesto, a las 12.15 horas en el Consistorio, y, a continuación, una mesa redonda sobre el Año de los Tiros, con la participación de los investigadores Juan Manuel Pérez López, Alfredo Moreno Bolaños y José Manuel Delgado.

    La programación, organizada por el Área de Cultura, comenzó a las 9.00 horas con una visita de los alumnos y alumnas de tercer ciclo del CEIP Virgen del Rosario a las ‘teleras’, donde se les ha explicado el sistema de calcinación al aire libre que empleaba la Riotinto Company Limited durante la época de aquel fatídico suceso.

    A continuación, a las 11.00 horas, ha tenido lugar una ofrenda de flores en el monumento al 4 de Febrero, tras lo que, desde las 12.00 horas, el alumnado de 6º de Primaria y de 1º de ESO lleva a cabo una reforestación con pinos en el municipio en honor a los ‘niños piñoneros’, como se denominan a todas las mujeres y niños que, en 1916 y bajo las instrucciones del técnico forestal de la Riotinto Company Limited, el danés Kai Hase, reforestaron más de 9.000 hectáreas de tierra estéril con pinos. 

    La programación concluye a las 18.00 horas con la proyección de la película ‘El Corazón de la Tierra’, basada en la novela homónima del escritor riotinteño Juan Cobos Wilkins. La cita es a las 18.00 horas en el cine teatro de la localidad, que lleva el nombre, precisamente, del propio autor del libro.

    Desde el Ayuntamiento han animado a todos los vecinos y vecinas del pueblo a «participar de estas actividades y conmemorar la historia de nuestro municipio».

  • Riotinto, 132 años después

    Riotinto, 132 años después

    Un día tal como hoy, hace 132 años, muchos vecinos de la cuenca minera de Riotinto se organizaban para una manifestación multitudinaria en defensa de sus derechos laborales frente a la todopoderosa Riotinto Company Limited. Ninguno sospechaba el trágico desenlace que tendría lugar al día siguiente. Ninguno sabía cuántos morirían.

    Pero lo más triste y doloroso es que hoy, 132 años después, seguimos sin saber cuántos murieron, ni tan siquiera sabemos dónde están sus cuerpos. Y este silencio se convierte en un grito entre los cerros cárdenos de la cuenca minera. Porque seguir sin saber nada, es como seguir muriendo.

    Fotografía: Antonio Perejil Delay. Un hombre que llevaba la mina dentro

  • Una imagen del Año de los Tiros preside ya la Plaza del Minero de Riotinto

    Una imagen del Año de los Tiros preside ya la Plaza del Minero de Riotinto

    El Ayuntamiento restaura el mural situado en la zona con una obra de Antonio Romero Alcaide y una cita de Alfredo Moreno Bolaños

    El Ayuntamiento de Minas de Riotinto ha procedido a la restauración del mural situado en la Plaza del Minero de la localidad y ha modificado el motivo del mismo, que ahora sirve como conmemoración de los fatídicos hechos ocurridos en el antiguo pueblo de Riotinto aquel 4 de febrero de 1888, conocidos como el Año de los Tiros.

    La imagen que ya preside la emblemática Plaza del Minero es obra de Antonio Romero Alcaide, a la que el Consistorio riotinteño ha añadido una cita del investigador local Alfredo Moreno Bolaños, en la que se indica lo siguiente:

    «Es sin duda el 4 de Febrero de 1888 el fatídico día que desgraciadamente marcó el epicentro de la mayor tragedia obrera vivida en el pueblo de Minas de Rio Tinto, y seguramente la mayor del movimiento obrero en todo nuestro país»

    El Ayuntamiento ha mostrado su agradecimiento a Antonio Romero «por habernos permitido usar el cuadro de su padre» y, a Moreno Bolaños, «por permitirnos usar su cita».